David Navarro, creador emergente en el panorama televisivo nacional
Si os contase que apenas veo la televisión me diríais que soy un snob, y estaríais en lo cierto. En general soy un estirado, pero cuando estoy deprimido soy capaz de hacer cosas muy autodestructivas. En una etapa oscura de mi vida llegué a ver varios programas de Antena 3 y luego voté al PSOE. Gracias a estas experiencias soy más campechano y tengo una idea aproximada de cómo son las series televisivas patrias.
Casi todas son infumables: imposible sobrevivir a ellas más de unos minutos sin recurrir al litio. Lo cierto es que ha habido grandes progresos en la producción y en los aspectos técnicos. Es digno de admiración el trabajo de los profesionales implicados en cosas como “Cuéntame” o “Águila Verde” (¿O era Roja? Debería ir a por más litio); hay mucha gente que hace su trabajo muy bien pero las historias siguen siendo terribles y, claro, eso es importante.
El problema, en mi humilde opinión, es que no hay ninguna posibilidad -y probablemente ninguna intención- de contar una historia honesta. Seguramente cuando un guionista propone algo real, un ejército de burócratas y mercenarios aparece para pararle los pies. Lo único importante es sentar a cuatro o cinco millones de descerebrados hijos del franquismo y supervivientes del telecinquismo delante del altar catódico. Y demos gracias, que peor es cuando emiten otras cosas tan satánicas que ni las voy a nombrar por si acaso.
Resulta triste y frustrante ver talento y recursos desperdiciados; algo así como cuando la selección española era dirigida por Clemente en los 90. ¿Qué hacer para cambiar las cosas y poder ver en nuestras pantallas las series nacionales que nos merecemos? Seguramente necesitaremos una revolución armada que derroque a la oligarquía dominante, pero mientras tanto podemos emocionarnos con heroicos golpes de mano de guerrilleros audiovisuales como David Navarro, capaz de producir sin un duro dos series acojonantes, y que las emita Canal +.
Descubrí “Oído Caníbal”, su primera creación televisiva, gracias a que un amigo actor aparecía en ella. Me sorprendió mucho el profesional acabado obtenido con una cámara MiniDV y recursos materiales cercanos a cero. Más aún me asombró ver actores interpretando personajes creíbles en una serie española. Pero lo que me dejó sin palabras fue disfrutar, por fin, una historia de verdad, con humor negro, personajes mezquinos y giros tan enfermos como sorprendentes. Una historia que es apasionante, entre otras cosas, porque su autor ha hablado de lo que le ha salido de los cojones. ¡Bravo!
“Nada que celebrar” narra las surrealistas vidas de unos actores sin éxito. Navarro vuelve a la carga metiendo presión desde el minuto uno. Antes de que nos demos cuenta hemos visto a un ciudadano de bien cagando en el acera de su urbanización sin motivo aparente, y a la protagonista le gritan “¡puta!” en una reunión familiar. ¡A machete! De nuevo ha rodado sin dinero y de nuevo ha hecho lo que le ha dado la real gana con un resultado cojonudo.
Otros creadores independientes han conseguido notoriedad con productos low-cost, pero existe una irritante tendencia en la que caen muchas web-series a copiar la basura que hace la televisión convencional. Son productos como “Desenterrados”, con los que sus autores buscan (y en ocasiones consiguen) ser reclutados como mercenarios de las grandes cadenas. En otros casos, somos testigos de historias como la de “Qué vida más triste” que nació brillante en el sub-desarrollo y gracias a internet se transmutó en lucrativa y anodina mercancía generalista. Un camino distinto e interesante es el seguido por “Malviviendo” que es una propuesta sin duda personal, aunque de trazo indudablemente más grueso que la de Navarro, lo más parecido a Larry David o Ricky Gervais que podemos enseñar en España ahora mismo. No lo digo sólo yo: una simple búsqueda en Google os demostrará que “Nada que celebrar” se ha metido en el bolsillo a toda la intelligentsia nacional.
Es lógico que Canal + haya recibido con los brazos abiertos su obra. Al fin y al cabo, es un pequeño oasis en medio de la desolación, en donde surgieron ya otros brotes verdes como “Crematorio” y “¿Qué fue de Jorge Sanz?”. Esperemos que sigan por ese camino. No debería ser tan difícil, pero por desgracia nadie parece pillarlo: basta con confiar en personas con talento y valentía para hacer lo que les gusta. También es importante que los yonkis del dinero y sus lacayos se entretengan con alguna otra cosa y no jodan mucho. Para soslayar esto último habrá que seguir confiando en la guerra de guerrillas y la ocasional victoria en campo abierto, como la que acaba de obtener Navarro. ¡Felicidades a todos los que amamos la ficción de calidad; y suerte! Quizá algún día tengamos nuestro propio siglo de oro, esta vez, audiovisual.
Martín López
Me gusta tu crítica ví Oido Canibal y ahora estoy siguiendo Nada que celebrar. Me parece un señor muy valiente y me gusta su trabajo.