Confinamiento 12/05/2020: La infancia de Iván (1962)
Qué difícil es juzgar un debut. Sobre todo cuando el debutante en cuestión toma las riendas de una película que ya había arrancado a galopar de manos de otro jinete. Es el caso de La infancia de Iván, de Andrei Tarkovsky, una obra que anticipa el talento visual y la peculiar narrativa de uno de los grandes mitos del séptimo arte.
Algunas de sus imágenes están diseñadas para la eternidad, como la de ese militar que, con cada una de sus piernas a ambos lados de una zanja, sostiene a una enfermera en volandas mientras la besa contra su voluntad. O aquella de Iván corriendo sobre los destellos del agua a orillas de una playa desierta. Imágenes de un lirismo sobrenatural que ayudan a superar el desasosiego de una guerra y la desaparición de una infancia que, aún sin haber terminado, es ya el recuerdo lejano de otra vida.
A través de este niño de doce años, Tarkovsky representa el terror de un conflicto bélico y las vidas robadas por la ambición humana. Cuando la felicidad reside en el recuerdo y el porvenir es un signo de interrogación, las consecuencias de tus actos dejan de importar, se deja de sopesar la acción en base a la reacción, todo se convierte en ahora. Iván es niño, adulto y anciano al mismo tiempo.
Es como si el pasado y el futuro se hubieran replegado en el presente de esta historia en la que la venganza es el único motor existencial de otra víctima más del III Reich. Y en mitad de todo este horror, el director ruso es capaz de extraer inocencia y vulnerabilidad del interior de unos personajes que blindan su corazón bajo una piel impermeable a la esperanza.
Carlos Fernández Castro