Resonancias de Vértigo en el thriller contemporáneo
Escrito por Fco Javier Rueda Ramirez el 06/6/15 • En la Categoría Artículos,Resto de Artículos
Dime quién te cita y te diré quién eres. Podemos acercarnos a la significación de una obra canónica como Vertigo, no sólo valorando sus logros artísticos como pieza aislada, sino rastreando sus huellas en la producción cinematográfica actual. Al hacerlo, nos encontramos entre dos thrillers tan (aparentemente) dispares como Perdida de David Fincher y Black coal, thin ice de Diao Yinan, reconocibles elementos de la película de Alfred Hitchock.
Entre bestellers
“Cuando pienso en mi esposa siempre pienso en su cabeza”. El enigma con el que se abre Perdida, está también en el corazón de Vértigo: Scottie es contratado por Galvin para desentrañar el extraño comportamiento de su mujer. Dicha presentación del misterio, recurre a una misma figura simbólica; el pelo rubio de ambas mujeres. La espiral que forma el sofisticado cabello de Madeleine, y por la que se perderá el personaje de James Stewart, dialoga con el primer fotograma que nos muestra el cabello de Amy, la protagonista del film de Fincher.
Los hombres afectados por la complejidad femenina, es uno de los temas de Perdida. La autora de la historia original es una mujer (Gillian Flynn) que adapta el guión desde su homónimo “best seller”. Y es que más allá de que Vertigo también comparta con ésta el ser una adaptación, tanto Amy como Madeleine son mujeres a las que vemos desdoblarse en diferentes versiones de sí mismas. La figura simbólica de un puente hace más gráfico dicho tránsito. No contamos en la obra contemporánea con la majestuosidad del Golden Gate pero sí vemos a Amy atravesar un puente en un coche que ella misma dirige y mientras sus propias palabras revelan el artificio.
Patinando
“¡Quiero una segunda oportunidad!” le espeta Scottie a Madeleine cuando vuelven a subir ambos a ese torreón fatídico. La elipsisis con la que Black Coal cierra su prólogo, es un plano secuencia portentoso que se inicia con la entrada en un túnel. Al salir de éste nos encontramos con un paisaje nevado en el que la cámara se desliza con suavidad de adelante hacia atrás para dibujar un círculo que nos muestra en su cuneta a un Zhang derrotado (al igual que Scottie) por la culpa de su pasado. De la espiral a los círculos.
Y descubrimos en el film chino la más importante herencia fílmica de Vertigo; la puesta en escena. El thriller narrado desde la solidez de la imagen (sirva de ejemplo el plano que pone por primera vez en contacto, dentro de un restaurante, a Scottie con Madeleine), la profundidad de campo que hace que un despacho saturado de objetos y desde cuya ventana se cuela el paisaje urbano, apuntale la complejidad de la historia mejor que cualquier palabra.
En el film de Yinan (también escasamente dialogado), no hay coches persiguiendo a mujeres solitarias por la peculiar geografía de San Francisco. Esos planos son sustituidos por largas secuencias, nítidamente planificadas, donde el policía sigue a su femme fatale en patines sobre un resbaladizo y helado piso. El presunto cortejo amoroso de ambas persecuciones revelan un tema común: la sexualidad.
“¿Crees que una persona del pasado, un muerto, puede poseer a una persona viva?” le pregunta tramposamente Gavin a Scottie. No sabemos cuánto de consciente o premeditado hay en la correlación encontrada entre las temáticas y las formas de las obras de Fincher y Yinan, con la del director inglés. Ni siquiera necesitamos que lo sea. La significación e importancia de este clásico, se encuentra incrustada en el inconsciente cinematográfico de manera perenne. El cine de Hitchock, al igual que el título de Vertigo, emerge de “entre los muertos”.
Javier Rueda
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