Mi gran pequeña granja (The Biggest Little Farm, 2019)
Dirección: John Chester Guion: John Chester, Mark Monroe Reparto: John Chester, Molly Chester, documental Fotografía: Kyle Romanek Duración: 91′
Documental en el que se narra el inicio y desarrollo de un proyecto personal de una pareja americana que abandonó su vida urbana para perseguir el sueño (rural) de sus vidas: dejar la ciudad por el campo y crear una granja en (y de) la que vivir. Sin embargo, no todo fue coser y cantar para este matrimonio americano. Antes de emprender su aventura, ambos pasaron por alto los peajes que se han de pagar antes de alcanzar este tipo de metas. Y es que la naturaleza habla un idioma que es preciso aprender antes de ganar su amistad. John y Molly apostaron por el flechazo, pero el terreno que compraron se decantó por un romance a fuego lento y trufado de diferencias (afortunadamente) reconciliables.
Parece como si durante sus 8 años de rodaje, la realidad se hubiese encargado de escribir el guion de Mi gran pequeña granja en clave de película de suspense y drama de superación. Y es que la distribución de los giros dramáticos y los puntos de inflexión es tan oportuna y estratégica que contaría con el beneplácito del mismísimo Robert McKee. Ni siquiera la ficción hubiera superado el interés que genera el devenir de este proyecto, que no solo aboga por la ecología y la sostenibilidad como un modelo a seguir, sino que propone toda una filosofía de vida basada en la observación. En ocasiones, conviene distanciarse del problema para obtener una visión más amplia que ayude a encontrar una solución.
Y en esta película, John y Molly Chester aprenden a escuchar a la madre naturaleza y a identificar los mecanismos que pueden obrar el milagro de la resurrección: aquello que hemos destruido puede ser recuperado. Desgraciadamente, no todos estamos dispuestos a invertir el esfuerzo necesario para arreglar lo que hemos estropeado con tanta facilidad. Por esa misma razón, es tan importante el espíritu combativo que contagian los protagonistas de Mi gran pequeña granja, sus ganas de vivir y de poner su grano de arena para construir un mundo mejor y tomar conciencia de que nuestras vidas dependen del bienestar de nuestro planeta. En definitiva, tomárnoslo como un asunto de vida o muerte y no como una herencia envenenada que legar a nuestros sucesores
Con gran habilidad, John Chester permite que la magia de la naturaleza estalle en cada uno de sus planos, incluso cuando la tragedia sobrevuela el destino de su proyecto vital. Ante nuestros ojos, brotan los nuevos frutales, nacen las crías de Ema la cerda, se generan los abonos que inyectan vida a un suelo en hibernación, mueren las gallinas a manos de unos hambrientos chacales… Nada nuevo bajo el sol. Sin embargo, todo un mundo por descubrir para un par de urbanitas que un día prometieron a su perro adoptado un lugar donde ladrar sin las quejas de un casero enfurecido.
Carlos Fernández Castro