Ad Astra (2019)
Nota: 8
Dirección: James Gray
Guion: James Gray, Ethan Gross
Reparto: Brad Pitt, Tommy Lee Jones, Donald Sutherland, Ruth Negga, Liv Tyler, John Finn
Fotografía: Hoyte van Hoytema
Duración: 122 Min.
De vez en cuando conviene repasar el cumplimiento de las prioridades que uno ha establecido en su vida. Rectificar si estas no se cumplen o reordenarlas si han perdido vigencia. En Ad Astra el hijo de un astronauta decide seguir los pasos de su padre para cerrar asuntos pendientes y llegar a entenderle mejor. Su progenitor siempre antepuso el trabajo a la familia y les abandonó cuando él era un niño para emprender una misión espacial que concluyó precipitadamente: la nave desapareció y el gobierno archivó el expediente.
Una vez más se demuestra que la ciencia-ficción es un género ideal para reflexionar sobre los sentimientos humanos. El argumento de Ad Astra bien podría acontecer en un barrio cualquiera de Nueva York o Madrid, pero el hecho de que transcurra en el espacio exterior aporta un plus de épica y emoción que contribuye a una mayor receptividad del espectador. Sencillamente, la resonancia del conflicto personal pierde cotidianidad y gana en resonancia.
De repente, se baraja la posibilidad de que el padre del protagonista siga con vida y su equipo sea capaz de neutralizar un peligro que acecha a la tierra. Es la oportunidad ideal para que Roy McBride se reencuentre con (el ya mítico astronauta) Clifford McBride y, mientras salva el planeta, intente cicatrizar las heridas del pasado. Como indicaría Hitchcock, estamos ante un enorme macguffin: la misión espacial es una excusa argumental y la Tierra no es más que una metáfora para hablar de la desastrosa vida personal de Roy, plagada de los mismos errores que cometió su padre en el pasado. Salvar una es salvar la otra.
Cómo en Apocalipsis Now, película con la que Ad Astra guarda grandes paralelismos, Roy tendrá que llegar al lugar donde supuestamente podría encontrarse su padre. En el caso de que este siga con vida, deberá averiguar los motivos de su desobediencia y emplear todos los medios a su alcance para neutralizar la amenaza que sufre nuestro planeta, incluso si para ello es necesario acabar con el rebelde Clifford McBride. En esta ocasión, no hay un Mekong que remontar pero sí un gran número de peligros que superar. Más que el destino, importa ese camino en el que aflorarán un buen número de reflexiones existencialistas, así como los recuerdos y arrepentimientos de toda una vida. Sin apenas verlo en pantalla, conocemos cada vez más de ese astronauta que se desentendió de su familia para seguir fiel a su misión de buscar vida extraterrestre.
Evidentemente, la elección de este contexto propicia un grado de intimidad e introspección que rara vez se consigue en un drama convencional. Un espacio cerrado como la nave es el universo limitado del protagonista, que se ve todavía más reducido cuando sus pensamientos rebotan en la escafandra y retumban en nuestros oídos a través de la voz en off. Hay personajes secundarios que cumplen su función narrativa, pero Ad Astra es en realidad un one man show en el que la soledad juega un papel tan importante como el de Brad Pitt. Un hombre atrapado en su frustración, un hombre que se resiste a ser rescatado de su abandono, un hombre que necesita aceptar la realidad para empezar a vivir.
De esta manera, James Gray construye un drama intimista, muy en la línea de la reciente High Life, que renuncia al artificio de la ciencia ficción de efectos especiales. Aún conteniendo un par de secuencias de acción muy bien planificadas y responsables de tensionar intermitentemente el ritmo narrativo, estamos ante un film de atmósfera reflexiva y latido pausado, muy en la línea de los anteriores trabajos del director. Si bien bebe de fuentes ajenas, como Gravity o Interstellar, Ad Astra tiene la personalidad propia de un cineasta en la cima de su talento y que ha sabido imprimir su sello en una obra que parecía fuera de su alcance. Gracias a ella, ahora sabemos que su límite está más allá de las estrellas.
Carlos Fernández Castro