The old man and the gun (2018)
Nota: 8,5
Dirección: David Lowery
Guion: David Lowery, David Grann (Artículo: David Grann)
Reparto: Robert Redford, Sissy Spacek, Casey Affleck, Danny Glover, Tika Sumpter, Elisabeth Moss, Tom Waits
Fotografía: Joe Anderson
Duración: 93 Min.
Puede ser que uno de los mayores placeres culpables que proporciona el cinematógrafo sea el de permitirnos empatizar con los canallas, el de sentir aprecio hacia los golfos. Si, además -como en el caso de Forrest Tucker, el ladronzuelo al que da vida Robert Redford en la nueva cinta de David Lowery– se trata más de un pillo que de un malhechor, que roba bancos con la misma sonrisa con la que se aprieta el nudo de la corbata, o con la que conquista, a los setenta y pico años, a su enésima novia, entonces el placer puede rozar las puertas del cielo. Y si, para colmo de bienes, la cinta tiene una narración densa y fluida a la vez, que transmite el ritmo y la liviana armonía de una pieza de John Coltrane… Entonces logra que el espectador atento -por muchos desfalcos fílmicos que haya contemplado a estas alturas- retorne a la primigenia fascinación por el séptimo arte que acaso hizo de él un cinéfilo empedernido.
The Old Man and the Gun es, sin duda, una pequeña joya. La película de Lowery se mueve (una vez más) entre la completa definición de sus formas -con sus equilibrados encuadres y su montaje de precisión quirúrgica tanto en la banda de imagen como en la de sonido- y la nebulosa de su fondo, en el que se atisban como apuntes de una antropología profunda, pero sin dar la lata, como de pasada, como si no fuera con él. O como si estuviera más preocupado por mostrar todos los sentimientos que se pueden ocultar tras la sonrisa aparentemente constante de Redford o la inexpresividad de Cassey Affleck -tan elocuente detrás de su bigote inmóvil como detrás de la sábana de fantasma de A Ghost Story (2017)- que por dar una lección simultánea de vida y de cine, que sin embargo está ahí.
Es precisamente esa total falta de pretensión, acompañada del gusto por el detalle, donde el cine de Lowery se vuelve gigante, donde toca la fibra del espectador, que sale del cine deleitado y confuso, sin acabar de decidir si el espectáculo que acaba de contemplar, tan rico en recursos cinematográficos (desde el magistral uso de las elipsis, hasta las simpáticas didascalias, pasando por la música de un Daniel Hart que no da puntada sin hilo) era la historia de un adicto o de un hombre verdaderamente libre. Como tampoco hubiera sabido, de primeras, si era una de las mejores películas rodadas en 2018, o la reposición de un éxito ochentero (fiel a los códigos estéticos de entonces), que por equis razones había quedado oculto a los ojos del mundo. The Old Man and the Gun, llena de guiños que harán las delicias de cinéfilos y analistas -léase, por ejemplo, la secuencia que resume todas las fugas de Forrest Tucker a lo largo de los años- es una vuelta de tuerca más en la obra de un director que, sin que se le note, como de puntillas, va escribiendo en trazo fino un bello capítulo de la Historia del cine.
Rubén de la Prida Caballero