La cámara de Claire (Keul-le-eo-ui Ka-me-la, 2017)
Nota: 8,5
Director: Hong Sang-soo
Guión: Hong Sang-soo
Reparto: Isabelle Huppert, Kim Min-hee, Shahira Fahmy, Jang Mi-Hee, Jeong Jin-Yeong
Fotografía: Jinkeun Lee
Duración: 69 Min.
La fotografía es capaz de cambiar la realidad, estableciendo un antes y un después del click en el sujeto inmortalizado. Al menos eso es lo que insinúa Claire, la poseedora de la cámara que da título a este film. Saber qué hay de cierto en ello es como averiguar qué hay de verdad y de mentira en cada una de las secuencias del último juego de Hong Sang-so. El propio director nos propone desconfiar de lo que vemos y escuchamos, invitándonos a crear una foto fija mental de nuestras vivencias, con el fin de comprender su significado real a fuerza de observarlas detenidamente.
Si la foto es una manera de detener el tiempo para descifrar los secretos de un instante concreto, el cine es una manera de encarcelar un trozo de vida con ese mismo propósito. La película de Hong Sang-so gira en torno al despido laboral de la protagonista por una cuestión de honestidad que acaba estando íntimamente ligada a un ataque de celos. El contexto vuelve a ser cinematográfico, un mundo que el director conoce muy bien, aunque en esta ocasión afecte al argumento de un modo tangencial.
La estructura narrativa vuelve a ser similar a la de sus anteriores trabajos (Antes no, ahora sí o Tú y lo tuyo), así como su manera de filmar los encuentros entre sus personajes: largas conversaciones que recurren al plano lateral y al plano contraplano hasta que llega el momento en que el uso de un zoom repentino acelera el dramatismo de la situación. Cómo es habitual, las conversaciones oscilan entre lo trascendental y el absurdo, demostrando la solvencia de una fórmula que no ofrece muestras de agotamiento.
Los personajes coreanos de Hong permanecen en esa tierra francesa que ya pisaron en la primera mitad de En la playa sola de noche, mientras que Isabelle Huppert regresa de las tierras coreanas de En otro país para desplegar su carisma en un Cannes más cinematográfico que nunca. De esta manera, el coreano sigue jugando su particular juego del extrañamiento en el que los turistas caminan como si no pisaran suelo firme. Tan solo el cine, el alcohol y el tabaco parecen ser las señales que les permiten mirar a un punto fijo para no perder el equilibrio y mantener el rumbo de sus vidas errantes.
En los instantes finales de La cámara de Claire regresamos a su punto de partida, como si nada hubiese ocurrido. Entre medias, la vida y nada más: reflexiones sobre el comportamiento (a veces indescifrable) del ser humano, diálogos banales que parecen estrechar vínculos entre desconocidos, señales irrelevantes en las que se busca la razón de un sinsentido… Asi es el cine de Hong Sang-so: una rutina que te hace sentir como si estuvieras en casa pero mantiene el misterio de esos pequeños placeres que te siguen fascinando sin que puedas explicar muy bien el porqué.
Carlos Fernández Castro