Una Navidad de cine: Los amigos de Peter (Peter’s Friends, 1992)
¿Cansados de ver las mismas películas de siempre durante las Navidades? Os proponemos unas Navidades de cine diferentes
No es más que un día cualquiera, pero el 31 de diciembre siempre viene acompañado de un inevitable «The end» que marca el principio del fin de las Navidades. ¿Qué pasará el dia de año nuevo? Probablemente nada nuevo, pero ¿y si se tratara del último día de tu vida? Por esta misma razón unos organizan comilonas pantagruelicas, otros se van de fiesta y se emborrachan como si no hubiera un mañana, mientras que gente como Peter decide invitar a su casa a un grupo de amigos a los que no ve desde hace una década. Ante todo, que el último día del año te alcance en buena compañía.
Para aclarar el tema, no se trata de una película apocalíptica. Simplemente de un ejercicio de nostalgia y un canto a las viejas amistades. Un treintañero británico cita a unos antiguos camaradas en una mansión que recientemente ha heredado, con el propósito de ponerse al día y recordar los viejos tiempos. Nada excepcional. O tal vez un gran evento, según se mire. Porque en el fondo, los amigos de Peter son todas esas personas que un día fueron imprescindibles en su (nuestras) vidas y hoy son solo un recuerdo.
Kenneth Branagh arroja una mirada agridulce sobre la vida en general y las relaciones personales en particular. Y lo hace de tal manera que cualquiera puede sentirse identificado con este grupo de treintañeros que se han perdido la pista pero que aún se aprecian como si la distancia no hubiese debilitado su amistad. El director británico rueda con planos largos y hace gala de una puesta en escena dinámica que favorece el naturalismo en las interpretaciones y la credibilidad en cada una de las situaciones. Nada es impostado en esta celebración: la emoción de los abrazos, la química reservada a las almas gemelas, los asunción de unos roles que mantienen su vigencia (el gracioso, la atormentada, los creativos, la ligona)…
Y aunque siguen siendo los mismos, todos han cambiado. La gente que han conocido, las alegrías que han vivido, las lágrimas que han derramado y las decisiones que han tomado en los últimos diez años han marcado sus caminos. Caminos personales e intransferibles que partían del mismo punto y que rara vez volverán a cruzarse. Unos han escogido mal a sus nuevas parejas, otros han perdido a su primer hijo y los demás parecen instalados en un punto muerto… Pero nada parecido al verdadero motivo de una reunión (un secreto reservado para el desenlace del film) que certifica el buen estado de salud de una amistad que parecía condenada al revival nostálgico.
¿La magia de la Navidad? Tal vez para quienes crean en ella. Sin embargo, la película de Branagh se erige en un self service que permite escoger entre el optimismo de quien piensa que esos amigos estarán ahí siempre que los necesite y el pesimismo de quien sospecha que nunca estarán lo suficientemente cerca (espacial y psicológicamente hablando) como para satisfacer la urgencia emocional del momento de la verdad. Y es que Los amigos de Peter es una cuestión de tiempo: la bondad de la Navidad frente a la terca realidad del resto del año.
Carlos Fernández Castro