Las mil y una noches (As Mil e Uma Noites) (2015)
Nota: 8
Dirección: Miguel Gomes
Guión: Telmo Churro, Miguel Gomes, Mariana Ricardo
Reparto: Carlotto Cota, Adriano Luz, Rogério Samora, Crista Alfalate, Luisa Cruz, Maria Rueff…
Fotografía: Mario Castanheira, Sayombhu Mukdeeprom
Duración: 125 Min, 131 Min, 125 Min.
Volume 1. El inquiero (O inquieto)
Volume 2. El desolado (O desconsolado)
Volume 3. El embelesado (O encantado)
Desde tiempos inmemoriales, el hombre ha buscado explicar de modo sencillo las relaciones complejas entre las parcelas de la realidad que lo rodean, aquello que se escapa al análisis racional más inmediato, aquello que subyace rodeado por un hálito de misterio. Los cuentos han sido siempre un vehículo privilegiado para ello. La lógica de los cuentos es la lógica de la vida y de la experiencia, capaz de lo imposible: explicar lo inaccesible a la razón.
En el perverso sistema socioeconómico en el que estamos inmersos, parece que las trabazones entre los diversos elementos se han vuelto tan absurdas y opacas, y tan inhumanas, que la única posibilidad es salir corriendo. Esos planos, al comienzo del Volumen 1, El inquieto en los que el propio Gomes, de repente, emprende la huida sin mayores explicaciones, son una metáfora perfecta del estado de ánimo de muchos europeos. Sin embargo, no es posible escapar: cualquier intento conduce al cautiverio. La única solución es contemplar la realidad, tan dolorosa, con otros ojos, con mirada de juglar: sin embellecer lo feo, pero asiéndose en el humor; sin disculpar al criminal ni al mequetrefe, pero observándolos con humanidad, con un cierto cariño incluso; sin ignorar el sufrimiento ni la muerte, pero sin absolutizarlos tampoco.
En su tríptico, Gomes nos proporciona anteojos para ver el mundo de ese modo. El resultado es sumamente interesante, magistral en ocasiones, conmovedor y humanizador casi siempre, pero desigual a ratos. Junto con momentos de gran brillantez y magnífica realización (como el relato del gallo del Volumen 1, El inquieto, el episodio de la jueza del Volumen 2, El desconsolado o el encuentro con Sherezade en el Volumen 3, El embelesado) nos encontramos con otros pasajes más opacos y más ásperos, que fluyen con dificultad. También estos tienen su importancia, dada la poliédrica perspectiva que se propone la obra: la realidad a veces requiere una cierta dosis de paciencia, la cinta de Gómez también.
Aun en los momentos de mayor fantasía, “Las mil y una noches” nos remite de continuo a lo más real y cotidiano, de modo que incluso un visir encendiéndose un pitillo o una sirena varada en la playa se nos antojan como algo común. A ello contribuye sin duda la fotografía en 35 y 16 mm de Sayombu Mukdeeprom (conocido por sus habituales trabajos con Apichatpong Weerasethakul), que, frente al avance del digital, evidencia la frescura y el carisma que sigue transmitiendo la imagen captada en celuloide (sin detrimento de que deba ser digitalizada después).
El resultado final, no obstante ser un arriesgado salto mortal, deja buen sabor de boca. Nos volvemos a casa con la impresión de haber entendido un poco más la situación actual de Europa, la crudeza de la crisis, el drama de nuestros coetáneos, y el nuestro propio. Pero nos vamos sabiendo que no estamos solos, habiendo asistido a un encomiable ejercicio de empatía, de la mano de Gomes y Sherazade, de los yonquis y los pajareros, de los banqueros y los sindicatos. En una palabra, nos volvemos a casa un poco más sabios y un poco más humanos.
Rubén de la Prida