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El Cine de Quentin Tarantino y sus Claves

Llegas a casa y enciendes la televisión; no sabes de qué película se trata, pero tienes la certeza de que sus imágenes y sus diálogos sólo pueden haber sido engendrados por la mente retorcida de Quentin Tarantino. ¿Podrías identificar el cine de otros directores con la misma facilidad? Quizás el de Terrence Malick, el de Pedro Almodóvar, el de Paul Thomas Anderson, el de Michael Haneke, y seamos sinceros, el de pocos más.

Y es que Quentin Tarantino tuvo las ideas muy claras desde sus calamitosos inicios; o al menos desde el momento en el que su primera película se convirtió en un puñado de polvo. Porque a pesar de lo que muchos piensan, ‘Reservoir Dogs’ fue la segunda oportunidad que todo debutante frustrado hubiera deseado tener. Como por arte de magia, las llamas borraron casi todas las huellas de su frustrado debut (‘El Cumpleaños de mi Mejor Amigo’) en un providencial incendio. El destino parecía susurrar a su oído: “sólo triunfarás si te mantienes fiel a las películas que te convirtieron en un cinéfilo”. Y así fue.

Tarantino en Reservior Dogs

Cuando preguntan a Quentin por sus películas favoritas, la lista está siempre encabezada por los mismos títulos, lo cual denota un gusto cinematográfico muy bien definido. El cine es arte y entretenimiento, tanto para el Tarantino espectador como para el Tarantino creador; y por eso apreciamos en sus trabajos las influencias de Sergio Leone, Howard Hawks, Martín Scorsese, o Mario Bava, artistas de una personalidad muy marcada, y ante todo, cinéfilos de pro que disfrutan con su trabajo. E incluso de Orson Welles, como puede apreciarse en algunos detalles de los veinte primeros minutos de ‘Los Odiosos Ocho’.

Sin ir más lejos, ‘El Bueno, el Feo y el Malo’ es una influencia evidente en las secuencias de acción del director de Tennessee. Porque al igual que Leone, Tarantino se recrea en la violencia hasta el punto de hacerla parecer irreal a los ojos del espectador (accidentalmente, el Vic Vega de ‘Pulp Fiction’ vuela la tapa de los sesos a un tipo en el interior de su coche), e incluso de buscar cierta comicidad en su exageración (en ‘Jackie Brown’, Louis dispara a Melanie porque ésta le saca de quicio; en ‘Los Odiosos Ocho’, la cabeza de uno de los personajes explota cual globo al recibir un balazo). De alguna manera, ambos abogan por un cine en el que la forma es tan importante como el fondo, la realidad es un eco distante, y el sentido del humor tiene cabida en cualquier contexto.

Sin embargo, el cine de Quentin es tan ecléctico como el Xanadú que Charles Foster Kane mandó construir en la ópera prima de Orson Welles. Su veneración hacia el parsimonioso estilo de Sergio Leone, contrasta con su pasión por Howard Hawks, un director que se vanagloriaba de dirigir el doble de rápido que cualquier otro cineasta de la época. De hecho, ‘Reservoir Dogs’ y ‘Pulp Fiction’ exhiben orgullosamente la influencia de las legendarias réplicas y contrarréplicas de ‘Luna Nueva’ (His Girl Friday). Si al estilo dinámico de Hawks le añadimos el indiscutible talento de Tarantino para escribir diálogos de culto, obtenemos un producto irresistible.

Tarantino en Pulp Fiction

Porque es precisamente lo que dicen, incluso en mayor medida que sus actos, lo que define a los personajes del director de ‘Death Proof’. Al igual que ocurriera en las películas de la Nouvelle Vague, las conversaciones no tienen porqué ser especialmente trascendentes mientras revelen diferentes aspectos de la personalidad de sus interlocutores. Y en este menester, pocos guionistas han demostrado tanta destreza como el bueno de Quentin. Una vez escuchado, ¿quién puede olvidar la charla con la que arranca ‘Reservoir Dogs’, dedicada a interpretar el “verdadero significado” del ‘Like a Virgin’ de Madonna, o la conversación final entre David Carradine y Uma Thurman en ‘Kill Bill Vol. 2’? En otras ocasiones, sus diálogos revelan una extraordinaria capacidad para la reflexión: Tim Roth expone la diferencia esencial entre la justicia y la justicia fronteriza en ‘Los Odiosos Ocho’, en base a la ausencia o la presencia de la pasión en la ejecución.

Pero hay más. En sus primeros trabajos, se aprecia una especial inclinación por la construcción de estructuras narrativas complejas o aparentemente anárquicas, tan habituales en el cine de Jean-Luc Godard o Alain Resnais. También se observa una llamativa tendencia a la mezcla de géneros en películas como ‘Malditos Bastardos’ o ‘Django Desencadenado’, algo que el director siempre admiró de ‘Abbott y Costello contra los Fantasmas’. En definitiva, la inabarcable cultura cinematográfica del director americano queda patente a través de las innumerables referencias que esconde su cine; a veces evidentes, a veces ocultas bajo su marcada personalidad.

Tarantino se atreve incluso a homenajear películas relativamente recientes. La secuencia de animación de ‘Kill Bill Vol.1’ en la que una pueril O-Ren Ishii (Lucy Liu) dispara en la cabeza al asesino de sus padres, es un magnífico guiño a un pasaje de ‘Muerte entre las Flores’ en el que Leo (Albert Finney) hace lo propio con un par de sicarios que intentan liquidarle. Lo mismo podríamos decir del mítico baile de Vic Vega en ‘Pulp Fiction’, que rememora la época en la que John Travolta era el rey de la pista, al mismo tiempo que homenajea una estampa semejante en el ‘8 1/2‘ de Federico Fellini.

Tarantino en Django Desencadenado

¿Y qué decir de la afición del Sr. Rosa por recuperar antiguas estrellas venidas a menos? Laurence Tierney (imprescindible su ‘Born to Kill’ de Robert Wise) en ‘Reservoir Dogs’, Pam Grier en ‘Jackie Brown’, David Carradine y Darryl Hannah en ambas entregas de ‘Kill Bill’, Kurt Russell en ‘Death Proof’ y ‘Los Odiosos Ocho’, Don Johnson en ‘Django Desencadenado’… Probablemente, el inmenso carisma de sus personajes y su excepcional dirección de actores resucitaría la carrera de cualquier vieja gloria, al igual que resucitan, o alcanzan la fama, las canciones que conforman sus exquisitas bandas sonoras.

Porque otra de las peculiaridades del cine de Quentin Tarantino es que sus películas contienen pequeños “videos musicales” en los que existe una armonía perfecta entre la imagen, el sonido, y el argumento de turno. Canciones como ‘Stuck in the Middle with You’ (el Sr Blanco corta la oreja de un policía al son de esta canción en ‘Reservoir Dogs’) y piezas musicales como ‘Twisted Nerve’ (el pegadizo silbido que acompaña a Darryl Hannah en una secuencia de ‘Kill Bill Vol.1’) dejan de pertenecer a sus autores (Steeler’s Wheel y Bernard Herrman) para fundirse eternamente con las imágenes concebidas por el director de la mandíbula prominente.

Todas estas peculiaridades y este derroche de personalidad bastarían para haber sido rechazado por un Hollywood que fomenta la producción en serie e intenta evitar cualquier rasgo de autoría en sus películas. Pero al igual que su gran amigo Paul Thomas Anderson, Quentin Tarantino se las ha apañado para convertirse en una anomalía unánimemente tolerada. No cabe duda que su empleo de los géneros clásicos ha contribuido a esta aceptación: una trilogía del hampa (Reservoir Dogs, Pulp Fiction y Jackie Brown), un díptico de acción y artes marciales (Kill Bill Vol. 1 y 2), una película de terror (Death Proof), una película bélica (Malditos Bastardos), y un díptico del western (Django Desencadenado y The Hateful Eight). Pero el director no se ha limitado a ejercerlos, sino que se ha adueñado de ellos, transgediendo cada una de sus normas hasta hacerlos parcialmente irreconocibles.

Algunos de sus trabajos podrían incluso dividirse en pequeñas unidades independientes, como ocurre en ‘Reservoir Dogs’ y su llamada “commode story” (historia del lavabo), o en ‘Malditos Bastardos’ y su secuencia inicial, un magnífico ejercicio de suspense que corona a uno de los malvados cinematográficos más odiosos de los todos los tiempos: Hans Landa (Christophe Waltz). En definitiva, Tarantino hace lo que quiere y no rinde cuentas a nadie. Quién no esté de acuerdo con esta afirmación, que nombre un director actual al que le permitan rodar dos western seguidos, teniendo en cuenta que el género está pasado de moda. Porque no estamos hablando de un cualquiera, sino de un tipo que realizó su mejor película cuando un amplio sector de la crítica condenó a muerte a la fórmula de ‘Reservoir Dogs’ y ‘Pulp Fiction’, y por lo tanto, a su responsable directo. Fue cuando Quentin decidió rodar la película más clásica de toda su filmografía, demostrando que podía rodar cine (relativamente) convencional cómo y cuándo quisiera, y hacerlo mejor que el resto de diretores “normales”.

Carlos Fernández Castro

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