Dos Días, Una Noche (Deux Jours, Une Nuit) (2014)
Nota: 8
Dirección: Jean-Pierre y Luc Dardenne
Guión: Jean-Pierre y Luc Dardenne
Reparto: Marion Cotillard, Fabrizio Rongione, Pili Groyne, Sinom Caudry, Catherine Salée, Batiste Sornin
Fotografía: Alain Marcoen
Duración: 95 Min
Los hermanos Dardenne se han propuesto romperte el corazón. Sus dramas siempre habían conectado con el espectador, haciendo gala de una sensibilidad abrumadora y logrando una implicación absoluta. Pero en esta ocasión la maniobra ha sido tan dolorosa como cinematográficamente satisfactoria. Y es que en los tiempos que corren, resulta tristemente fácil sentirse identificado con Sandra, una mujer que, recién salida de una depresión, intenta reincorporarse a su trabajo, para encontrarse con una situación que minaría la moral de cualquiera: la empresa para la que trabaja comunica a sus compañeros que si renuncian a una prima de 1.000 euros, podrá mantener el puesto que hasta el momento había ocupado el personaje interpretado por Marion Cotillard, madre de dos hijos, esposa de un mileurista, y titular de una hipoteca que devora casi todos sus ingresos.
Nos encontramos ante una crítica feroz a un sistema que persigue la sumisión del individuo al poder alienante del dinero, un sistema que fomenta un individualismo exacerbado para borrar cualquier rastro de generosidad en nuestros actos, un sistema que emplea el miedo como principal arma de persuasión. «Dos Dias, Una Noche» bien podría ser una versión social de «The Walking Dead», coprotagonizada por una serie de muertos vivientes desprovistos de sentimientos, cuya primera reacción a la propuesta de Sandra consiste en preguntar «¿qué ha votado el resto?», antes de tomar la única decisión moralmente aceptable.
El último trabajo de los hermanos Dardenne invita a la revolución individual para lograr el tan cacaredo bienestar social del que realmente no disfrutamos en la actualidad. Sin embargo, el mensaje puede parecer ambiguo, ya que la visión optimista de una mujer que lucha contra viento y marea por sus derechos, es contrarrestada por el egoísmo de una sociedad completamente deshumanizada. El mero hecho de que Sandra se presente en el domicilio de sus compañeros o les asalte en la calle para suplicar una nueva oportunidad, atenta contra todos los principios de la solidaridad.
Marion Cotillard disuelve instantáneamente las dudas que pudieran existir sobre su capacidad para interpretar un personaje tan alejado de su glamour habitual. Su rostro carga con el peso de una depresión, su forma de caminar derrama cansancio en cada paso, sus lágrimas están repletas de desesperación e impotencia, su actitud se amolda milagrosamente a la evolución de Sandra… Sus vaqueros están gastados, no son los pantalones de una estrella. Se enfada cuando su marido le exige un ultimo esfuerzo, aunque sólo sea para mantener la dignidad. Ni rastro de Marion.
Pero «Dos Días, Una Noche» no sólo trata sobre la odisea que Sandra debe emprender para recuperar su puesto de trabajo. Bien cierto es que su marido no acapara el protagonismo de la película, pero salta la vista la importancia de su figura. Una vez más, los Dardenne demuestran ser unos maestros en el arte de dirigir la mirada del espectador, sabedores de que no siempre lo aparentemente obvio es tan evidente. Porque detrás de una gran mujer también puede esconderse un gran hombre; y en esta ocasión, dotado de unos superpoderes tan terrenales como enormemente valiosos para superar la erosión que provoca la convivencia: generosidad y capacidad de comprensión ilimitadas.
Como es habitual en su cine, la temática que predomina es de carácter social. Pero de manera prácticamente inevitable, «Dos Días, Una Noche» se erige en un magnífico ejemplar de cine romántico, capaz de expresar en imágenes el verdadero significado del verbo «amar». En un momento de la película, Sandra le dice a su marido: «llevamos más de cuatro meses sin hacer el amor, ¿no te importa?», y el responde: «claro que me importa», acompañando estas palabras con una conmovedora mirada de amor.
Como si se tratara de una versión social de «12 Hombres sin Piedad«, los Dardenne embarcan a su protagonista en un desafío que se repite una y otra vez: conseguir los apoyos suficientes a través de visitas individualizadas a sus compañeros. Dichas repeticiones, a las que incorporan un porcentaje mínimo de variantes para hacerlas más llevaderas, reafirman sus intenciones y reinciden sobre una de sus principales preocupaciones: durante la infancia sentamos las base de cómo seremos en la edad adulta. Cada vez que Sandra intenta hacerse con un voto, la situación es presenciada por uno o más niños. Más que un posicionamiento, la película sé decanta por un estilo de vida en el que el ser humano, a pesar de las dudas inevitables que surgen cuando se renuncia al beneficio propio, opta por ayudar al prójimo y dar ejemplo a las generaciones venideras.
Quizás no estemos ante su película más acertada, pero me atrevería a afirmar que «Dos Días, Una Noche» es la obra más necesaria en la filmografía de los Dardenne. La historia de Sandra no es una llamada a cambiar la sociedad, sino una invitación a cambiar nuestra forma de pensar, algo mucho más sencillo y que provoca consecuencias evidentes en el mundo que nos rodea. Jean-Pierre y Luc han puesto su grano de arena, es nuestro turno.
Carlos Fernández Castro