Umberto D. (1952)
Nota: 9,5
Dirección: Vittorio de Sica
Guión: Cesare Zavattini, Vittorio de Sica
Reparto: Carlo Battisti, Maria Pio Casilio, Lina Gennari, Memmo Carotenuto, Alberto Albani Barbieri
Fotografía: G. R. Aldo
Duración: 84 Min.
Vittorio de Sica dirigió «Umberto D» a principios de los años 50, pero podría haberlo hecho hace unos meses o dentro de un par de semanas. Se trata de ese tipo de películas sin fecha de caducidad, que tienen la virtud de plantear una circunstancia vital ajena a los parámetros del espacio y el tiempo. Porque este clásico del neorrealismo italiano no sólo trata sobre la vejez, sino también sobre algo tan universal como las ganas de vivir.
Después de toda una vida trabajando para el Estado, la pensión de Umberto Ferrari es insuficiente para pagar el alquiler de la habitación en la que vive desde hace dos décadas, y mucho menos para poder alimentarse. Probablemente nunca se casó, no tiene familiares vivos, y tan sólo cuenta con la compañía de su inseparable perro Flike. Algunos de sus amigos fallecieron durante la guerra, otros sucumbieron al paso del tiempo, mientras que el resto prefiere mirar a otro lado ante sus tímidas llamadas de socorro. Umberto debe dinero a su despreciable casera, y está a punto de ser desahuciado. Por esta razón, malvende paulatinamente las pocas posesiones que aún conserva ¿Se puede dibujar un futuro más oscuro?
Vittorio de Sica combina ternura y realismo para retratar a un personaje entrañable, que se ha hecho todo un experto en el arte de caminar al borde del abismo. ¿Qué le hace seguir adelante? Umberto se aferra inconscientemente a su instinto de supervivencia y está dispuesto a mantener la cabeza bien alta frente a las circunstancias más adversas y en las situaciones mas comprometidas. Pero todo tiene un límite.
«Umberto D» es una de las principales obras del neorrealismo italiano, pero a diferencia de otras películas del mismo movimiento cinematográfico, la figura de su protagonista es tan importante como el contexto en el que éste se desenvuelve. Evidentemente, la situación de Umberto no se puede comprender sin tener en cuenta la Italia de posguerra en la que vive. Aun así, de Sica inclina la balanza hacia el drama personal.
El espectador presencia en primera persona la lenta y progresiva evolución del protagonista. Sin apenas darnos cuenta, asistimos al momento en que Umberto pierde parte de su dignidad, o al menos, eso es lo que él siente en su fuero interno. Como último recurso, utiliza a Flike para pedir limosna y, de esta manera, mantener el poco orgullo que le queda. Pero ya es tarde y el autoengaño no funciona.
De Sica realiza un soberbio estudio sobre la vejez y la soledad, confirmando dos verdades universales: «a perro flaco, todo son pulgas» y el «dum eris felix, multos numerabis amicos; tempora si fuerint mala, solus eris» (cuando eres feliz tienes numerosos amigos; cuando llegan los malos tiempos, te quedas sólo). Pero también manifiesta sus preocupaciones ante la desesperada situación de un sector de la población italiana, la tercera edad, especialmente sensible a las consecuencias de la II Guerra Mundial. En este sentido, la película comienza con una manifestación frente a un ministerio, en la que un grupo de jubilados exige la subida de sus exiguas pensiones. Poco después, acompañamos al protagonista a uno de los comedores sociales destinados a la alimentación de los más desfavorecidos. Una vida llena de penurias en un panorama desolador.
En realidad, Umberto D. no es más que el reflejo de una Italia que se resistió a claudicar. Un país que nunca renunció a su libertad. Un país que purgó sus pecados y reivindicó una nueva oportunidad. En definitiva, un país que reconoció sus problemas a través del Séptimo Arte, y afortunadamente encontró la solución a los mismos. Y pensar que algunos relegan el arte a un papel secundario en nuestra sociedad…
Carlos Fernández Castro