Crónica desde el Festival Internacional de Cine de Roma (8-10 de noviembre de 2013)
Se apagaron las luces en las cómodas instalaciones del Auditorium Parco della Musica. La tercera jornada de la 8ª edición del Festival Internacional de Cine de Roma agonizó bajo la lluvia y toca hacer un repaso a todo lo que nos ha dejado este joven festival en sus primeros días. Para el que no lo sepa, la fundación Cinema per Roma está ofreciendo, desde el 8 hasta el 17 de noviembre, un programa internacional y atractivo con más de 150 películas, muchas de las cuales en primicia, que merecen toda tu atención, atento cinéfilo. El Festival tiene, tanto dentro de concurso- Concurso Internacional, Cinema XXI y Prospettive Doc Italia son los tres grandes ejes– como fuera de él, alicientes de sobra para llenar periódicos y butacas: Spike Jonze, Takashi Miike, Boong Joon-Ho, Juan Josè Campanella, Jonathan Demme, Jean-Marc Vallè, o los españoles Álex de la Iglesia e Isabel Coixet son algunos de los muchos directores que presentan sus nuevas películas en la capital. Obviamente, el cine italiano juega un importante papel en el certamen. Aún sin grandes nombres en nómina, la cinematografía autóctona tiene aquí en el Auditorium un escaparate que tiene que aprovechar, entregando algunos de sus platos fuertes del año. El Festival es una extensión natural de lo que es la ciudad de Roma: maravillosa y fascinante, a la par que caótica y desorganizada. Este humilde cronista, ajeno a todo obstáculo en su primera experiencia en un gran evento como éste, pasea feliz entre las interesantes charlas y breves exposiciones, disfruta como un niño en las cinco grandes salas, y en sus tiempo muertos se para a escuchar la música en directo que tienen en el stand de la RAI. Pero dejemos mi romance con Scarlett Johansson (sí, ha estado aquí) para otra ocasión y vayamos al tema que nos ocupa.
El primer día de los diez que componen el Festival, pese a no tener programada ninguna película en concurso, saludó a los primeros visitantes y acreditados con buen tiempo y algún que otro gancho cinematográfico. La película encargada de abrir oficialmente el asunto fue “L’ ultima ruota del Carro”, del director italiano Giovanni Veronesi (Manuale d’ amore). El film repasa, a través de la vida real de un normal trabajador de mudanzas (Elio Germano), la historia democrática italiana desde los años 60 hasta hoy. Veronesi acierta en el terreno de la comedia, donde se siente cómodo, y en el retrato general de su protagonista Ernesto, bien interpretado por Elio Germano. Sin embargo, el que mucho abarca poco aprieta; Veronesi se queda a medio camino en su gran propósito de situar todo lo anterior en un contexto más ambicioso. “L’ ultima ruota del carro” es una película simpática, pero que se desinfla poco a poco debido a los saltos de un guión que, empeñado en enseñarnos el marco histórico, pretende ser más reflexivo de lo que necesitan sus personajes.
La otra película que pude ver el primer día de Festival fue “Snowpiercer”, una demostración más de la creciente y fructífera relación comercial entre Estados Unidos y Corea del Sur. Dirigida por el interesante Boong Joon-Ho (Mother), el largometraje es una mezcla de lo más bizarra entre acciòn hollywoodiana al uso y cine de género al más puro estilo oriental. La historia se sitúa en un futuro donde la humanidad se ha extinguido a causa del calentamiento global. Solo han sobrevivido los pasajeros del tren “Snowpiercer”, que segrega y organiza de forma brutal la vida en los vagones. El resultado de este batiburrillo es grotesco y convincente; tan excesivo en sus formas ( en EEUU tendrán que sacar la tijera), y al mismo tiempo tan convencional en su desarrollo narrativo. Una gran puesta en escena dentro de un tren, llena de “niveles” a superar por los protagonistas, construye una película tensa y disfrutable, donde destacan los veteranos John Hurt, Ed Harris y Tilda Swinton. Incluso cayendo en la deriva habitual, el mensaje y la lectura social de la película son más interesantes de lo que puede parecer a simple vista.
El sábado por fin se inauguraron los concursos. La primera película que se presentó en competición fue la mexicana “Manto Acuífero”, la segunda obra del australiano-mexicano Michael Rowe. Con el sello de la casa de producción de Diego Luna y Gael García Bernal, esta corta película trasmite sensibilidad, inteligencia y mucha veracidad. La sencilla historia de Caro, una niña que vive los primeros compases de la separación de sus padres y el cambio a una vida nueva, es terreno fértil para Rowe. La cámara en muchos momentos se pone a la altura de la pequeña protagonista y nos transporta a su mundo infantil e inocente de forma directa; Rowe es capaz de transmitir fielmente la manera en la que la realidad adulta rodea a Caro y termina por invadir sus sentimientos y emociones. La elección expresiva y narrativa de”Manto Acuífero” no necesita de grandes alardes, sino que vive cómodamente entre silencios y palabras fuera de campo.Uno de los descubrimientos del festival que esperemos que no pase inadvertido.
Sudamérica está presente en el Concorso también con la brasileña “Entre Nos”, dirigida por Paulo Morelli junto a su hijo Pedro. La historia suena familiar: un grupo de amigos se reencuentra en una casa de verano después de diez años de un evento traumático. Los Morelli, aunque no descubren nada nuevo, son capaces de rodar bonitas imàgenes, y sus personajes, pese a no estar demasiado perfilados, son capaces de soportar el peso de una historia llena de duras emociones. La nostalgia, la amistad, la traición son removidas en “Entre Nos” bajo el paso inexorable del tiempo y la madurez. Quizás el conjunto se resiente por lo rutinarios que resultan los esquemas personales de los protagonistas, pero “Entre Nos” está pasando dignamente por Roma.
A falta de ver la esperada “Dallas Buyers Club” de Jean-Marc Vallé que recibía el premio Vanity Fair esa tarde, la noche del sábado terminaba con la proyecciòn de “Las brujas de Zugarramurdi”, de Álex de la Iglesia. No había tenido ocasión de verla en su estreno español, y la verdad es que no me ha decepcionado. Graciosa y desmesurada, de la Iglesia se encuentra cómodo en lo extravagante. Lástima que el guión se quede al final sin muchas salidas dignas. Pese a eso, “Las brujas de Zugarramurdi” es divertida y no tiene muchos complejos, liberada de cualquier presión intelectual.
Este domingo lluvioso era uno de los días marcados en rojo porque se proyectaba una de las películas más esperadas del Festival:“Her”, lo nuevo de Spike Jonze (Como ser John Malkovich). No quiero adelantar gran cosa porque esta obra se merece mucho más que un par de líneas en una crónica; “Her” es un triunfo total, y debería ser una de las películas del año. Jonze se ha superado con una brillante e innovadora historia de nuestro tiempo, emocionante y diferente a todos los niveles.
Mientras algunos escapaban de las terrazas que rodean el Festival por la intensa lluvia, otra de las películas que más llamaban la atención hacía acto de presencia: “Metegol”, el filme de animación del argentino Juan José Campanella(“El secreto de sus ojos”). Munido de las gafas 3D, se disfruta mucho de la parte visual y técnica al estilo Pixar de la primera película de animación argentina. La historia entusiasma menos; sin desentonar con un planteamiento original y graciosos diálogos, no se sale del trillado manual en casi ningún momento. La falta de engreimiento autoral de Campanella es de agradecer, pero siempre se le puede pedir más a un director que ya ha demostrado su capacidad como contador de historias.
Esto es lo que ha dado de sí- o más bien lo que he dado yo- el Festival Internacional de Roma en sus tres primeras e intensas jornadas. Aquí seguiremos.
Arturo Tena