Django Desencadenado (Django Unchained) (2012)
Nota: 8
Dirección: Quentin Tarantino
Guión: Quentin Tarantino
Reparto: Jamie Foxx, Christoph Waltz, Leonardo di Caprio, Samuel L. Jackson, Don Johnson, Jonah Hill, Franco Nero, Kerry Washington, James Remar, Michael Parks
Fotografía: Robert Richardson
Duración: 165 Min.
Es curioso cómo funciona la presión en según qué directores. Se supone que cualquier manifestación artística debería ser el resultado de la materialización libre y fluida del talento de una persona; pero como en todos los aspectos de la vida, siempre hay una excepción que confirma la regla. Y en el caso del egocéntrico Quentin Tarantino, ser la excepción siempre ha sido algo de lo que sentirse orgulloso, independientemente de lo que ello implique.
Antes de inducir a falsas sospechas, debo reconocer que soy un admirador incondicional (en mi cabeza “Death Proof” nunca existió) del responsable de joyas cinematográficas como “Reservoir Dogs” y “Pulp Fiction”; pero lejos de sucumbir a la fácil ceguera que provoca la idealización, he decidido actuar como correspondería con una persona a la que se admira: cuando comete un error, es menester reconocerlo y hacérselo saber (aunque sea a través de una crítica que jamás leerá). Quentin Tarantino ha cruzado la línea que separa la confianza en uno mismo de la prepotencia, y su último trabajo es el primer afectado.
Quien diría que “Django Desencadenado” ha estado a punto de cumplir mis altas expectativas; pero así ha sido. Me he reído con sus magníficas e inimitables líneas de diálogo; sus planos me han embriagado gracias a la ilimitada creatividad de Quentin y a las virguerías Robert Richardson (su cámara y él); Christoph Waltz ha seguido ganándose mi cenéfilo corazón a base de cinismo y carisma; y sus casi tres horas de metraje han desfilado ante mis ojos cual plusmarquista mundial de los cien metros lisos.
Tarantino se vuelve a apropiar de un género clásico, el western, y lo impregna de su personalidad en cada uno de sus fotogramas. Como es habitual, el director de “Kill Bill” no oculta sus influencias; desde los spaghetti western de Sergio Leone, de los que toma prestados parte de los movimientos de cámara y la cuestionable ocupación de sus dos protagonistas (un claro homenaje a Clint Eastwood y Lee van Cleef en “La Muerte tenía un Precio”), hasta el tratamiento estético de las secuencias de ación que hicieron famoso a Sam Peckinpah; aunque en este caso, se desmarca del director de «Grupo Salvaje» exagerando la violencia hasta rozar el esperpento y forzando al espectador a no tomársela demasiado en serio. También podemos encontrar autoreferencias en la secuencia inicial (paralelismos con la presentación del personaje protagonista en “Jackie Brown”) y algún que otro homenaje fugaz a John Ford y sus horizontes a contraluz.
Entonces, ¿cuál es el problema con «Django Desencadenado»? Sencillamente que ha sido dirigida por un Tarantino desmadrado, descontrolado y desmelenado. Ha llegado el momento en que el niño mimado de Miramax, productora del film, no solo ha recibido plenos poderes para materializar su nueva travesura, sino que ha creído estar más allá del bien y del mal. Y es que el director oriundo de Tennessee es un tipo que siempre ha funcionado mejor bajo presión, tanto propia como ajena; cuando todos afirmaban que el secreto de su éxito radicaba principalmente en el montaje desestructurado de sus argumentos y en el plagio a cineastas por los que sentía confesada devoción, se sacó de la manga «Jackie Brown», un film de narración y estructura clásicas, que llevaba su sello personal en cada fotograma.
Pero lamento afirmar (nunca imaginé que escribiría esto) que en «Django Desencadenado» se echan en falta las afiladas e hiperactivas zarpas de Harvey Weinstein (copresidente de The Weinstein Company), famoso por sus caprichosas amputaciones de celuloide en las películas que produce. Tarantino estira innecesariamente el metraje de su última criatura, con la única intención de experimentar con extraños ángulos de cámara y demostrar su habilidad para crear imágenes imperecederas; de esta manera, el ritmo narrativo del film queda gravemente herido, poniendo en peligro el resultado final.
A pesar de los pesares, parece tratarse de un riesgo que el director americano está dispuesto a asumir; consciente de ello, Tarantino planifica maquiavélicamente la aparición estelar en escena de cada uno de sus memorables secundarios (Don Johnson, Jonah Hill, Francesco Nero, Michael Parks, Leonardo di Caprio y Samuel L. Jackson), intentando mantener la atención del espectador y camuflar los baches de ritmo que especialmente abundan en el último tercio del film. Y el bueno de Quentin lo consigue parcialmente; personajes tan potentes como Calvin Candie, interpretado magistralmente por di Caprio, y el sorprendente Stephen de Samuel L. Jackson, consiguen eclipsar al mismísimo Django cuando irrumpen en pantalla.
Esto nos lleva a un problema inexistente en la filmografía anterior de Quentin Tarantino: la ausencia de un protagonista potente; y no es una cuestión de mala elección de casting, sino de escritura. Django no es un personaje carismático, es un protagonista con alma de secundario aunque el título del film y el desenlace indiquen lo contrario. Porque seamos sinceros, el auténtico protagonista de este largometraje es el Doctor King Schultz. Christoph Waltz, soberbio como siempre, interpreta a un tipo capaz de matar al sheriff de un pueblo a sangre fría, y acto seguido solicitar la presencia del Marshall para justificarse y reclamar la recompensa; es un encantador de serpientes, un tipo con principios muy particulares; pero por encima de todo, es un personaje mucho más interesante y carismático que Django.
¿Qué sucede cuando el argumento de un film gira en torno a la motivación o el punto de vista del personaje equivocado? Que el conjunto pierde solidez. Algunos afirmarán que el racismo es uno de los temas principales del film y que éste afecta directamente a Django, lo cual justificaría su protagonismo. Personalmente no estoy de acuerdo; considero que Tarantino lo utiliza como un recurso más para provocar polémica y ser políticamente incorrecto: condena el racismo, y a la vez señala a sus víctimas como corresponsables de la existencia del mismo. Por lo tanto, objetivo cumplido; simplemente recuerden las declaraciones de Idris Elba (primer candidaro para interpretar a Django) al rechazar el guión, y de Spike Lee (archienemigo de Tarantino desde tiempos inmemoriales) tras ver la película.
Dicho esto, me reitero en mi afirmación anterior: «Django Desencadenado» me ha gustado; porque a pesar de todos los defectos comentados anteriormente, nos encontramos ante una película con una personalidad desbordante, que desprende pasión en cada fotograma, que recuerda a ese tipo de personas tan intensas que nunca provocan indiferencia…»Django Desencadenado» no es sólo un homenaje a un género injustamente olvidado, sino a una manera instintiva de hacer cine, de sentir el cine, de ver cine. Su violencia desmesurada es artesanal; sus excesos, una forma de canalizar toda la pasión que su director siente por el Séptimo Arte. Tarantino ha logrado, una vez más, que empecemos a contar los días que faltan para ver su nuevo trabajo, nada más finalizar la proyección de su último film.
Carlos Fernández Castro
Es de las mejores películas a pesar de tratarse de una película que refleja un tema fuerte como lo es la esclavitud , me gusto la cinta de Quentin Tarantino Django Unchaine, aunque maneja muchas escenas cargadas de sangre, de disparos y de pelas que deja cierta moraleja sobre estos temas polémicos.