Lo Imposible (2012)
Nota: 6,5
Dirección: Juan Antonio Bayona
Guión: Sergio G. Sánchez
Reparto: Naomi Watts, Tom Holland, Ewan McGregor, Marta Etura, Geraldine Chaplin
Fotografía: Fernando Velázquez
Duración: 107 min
La fascinación ejercida por el género cinematográfico basado en catástrofes naturales u otros fenómenos que sitúan al ser humano en una posición de vulnerabilidad absoluta frente a la arbitrariedad de las leyes del universo, puede ser cifrada en dos elementos centrales sobre los que gravitan sus planteamientos; por un lado, el fuerte componente dramático que inspira la tragedia misma, y por otro la espectacularidad de unos hechos que se escapan al control de los individuos.
No es casualidad, por tanto, que la industria de Hollywood haya cultivado en innumerables ocasiones una temática que le ha permitido desplegar los ingentes recursos técnicos disponibles con el objetivo de impactar al público, al mismo tiempo que desarrollar historias humanas de superación y supervivencia teñidas de un marcado sentimiento patriota e incluso religioso. No obstante, ya sea por la disponibilidad limitada de presupuesto o simplemente por el desinterés de nuestros creadores, el cine español (y el europeo en general) no se ha prodigado en demasía en un género enmarcado dentro de la categoría de blockbuster veraniego y, por tanto, infravalorado por la comunidad cinéfila.
Un hecho al que, sin embargo, ha puesto fin Juan Antonio Bayona en su segundo largometraje tras el éxito rotundo (con 7 Goyas incluido) de su ópera prima, El Orfanato. Y lo hace a partir de una historia real basada en la experiencia de una familia española alojada en un resort hotelero de Tailandia el día en que se produjo el Tsunami que azotó las cosas del sudeste asiático en la Navidad de 2004. Lo Imposible es una coproducción entre España y Estados Unidos (con un especial peso de la sección cinematográfica de Mediaset España) que ha contado con un presupuesto de más de 30 millones de euros para recrear desde un punto subjetivo los sucesos desarrollados tras la llegada de la imponente ola, un reto que más allá de las dificultades técnicas inherentes a la filmación de un fenómeno natural de estas características, ha añadido una nueva temática al género cinematográfico de desastres, el cual no había abordado hasta ahora (dejando a un lado los telefilms habituales y la breve incursión de Clint Eastwood en Más allá de la Vida) los trágicos efectos de un tsunami en su incursión en tierra firme.
De hecho, Bayona no huye en ningún momento de los límites de un formato que encorseta la trama a la supervivencia de los miembros de la familia en cuestión, componiendo un relato emocional dirigido sin pudor a pulsar la fibra sensible del espectador con todas las herramientas de las que dispone. Si no es suficiente el horror suscitado por la pérdida, la incertidumbre, el miedo o el propio dolor físico de los protagonistas, el director subraya con saña cada uno de estos sentimientos con escabrosos planos sostenidos, un uso casi claustrofóbico de la cámara y, sobre todo, una banda sonora que acude de forma repetida a encuadrar dramáticamente cada uno de los momentos álgidos de la historia con acordes intrusivos y, en ocasiones, excesivos en su empeño de suscitar la lágrima hasta del más pusilánime.
La mayor parte de las críticas contra la película caminan, precisamente, en esa dirección al señalar el matiz emocionalmente interesado de su narración, no obstante, la sensación experimentada tras ver el filme es que Bayona ha pretendido de forma consciente imprimir ese componente trágico, quizás desmedido, con el único objetivo de cautivar la atención del espectador de principio a fin. La película impacta de tal manera que nos sumergimos entre los vaivenes del tsunami sin apenas posibilidades de respirar; nos conduce sin piedad por un escenario sobrecogedor donde los individuos se sitúan en el territorio límite de lo soportable; te atenaza hasta el último momento en que exhalas un suspiro de alivio condicionado, a medias entre el final feliz y el desasosiego de una catástrofe en la que murieron más de 200.000 personas.
En Lo Imposible toda la acción se enfoca casi exclusivamente a las vivencias de la familia Álvarez Belón, por lo que el resto de las víctimas desfilan sin apenas trascendencia por la pantalla, anónimas en su desgracia. Se trata de una perspectiva muy restringida que, sin embargo, es la elegida por su director para dotar de una mayor unidad a su historia central, aunque también puede ser vista por muchos como una estrategia efectista para eludir situaciones menos digeribles. La cuestión es que Bayona nunca ha ocultado su fascinación por la experiencia de la familia, que escuchó a través de un programa de radio, y así lo ha reflejado en su película.
Para trasladarla a la pantalla ha contado, además, con un reparto internacional (el rodaje ha sido en inglés) encabezado por dos actores de una calidad incuestionable. Por un lado, Ewan McGregor, si bien no suele incluirse en la categoría de grandes actores habituales en las ceremonias de premios (aunque en el pasado Festival de San Sebastián recibiera un prematuro premio Donostia), no puede negarse su eficacia a la hora de componer interpretaciones verosímiles, en este caso, como padre de familia. Por otro, la en ocasiones infravalorada Naomi Watts, una actriz con una fuerza dramática admirable que en Lo Imposible despliega un enorme repertorio de matices. Completan el reparto Tom Holland, Marta Etura, Geraldine Chaplin y los jóvenes actores Oaklee Pendergast, Samuel Joslin y Dominic Power.
En resumen, Lo Imposible es una película dramática con un potente atractivo visual que funciona a la perfección en el marco del género de catástrofes en base a un ritmo frenético, un despliegue técnico intachable (de hecho ha estrenado un nuevo sistema de sonido que pretende revolucionar el sector), unas interpretaciones creíbles y una historia de supervivencia inspiradora. Aunque son numerosos los errores o suspicacias que se le pueden atribuir, el hecho es que la película funciona, entretiene e incluso emociona (si se dejan de lado algunas estrategias puramente comerciales). Así pues, Bayona se interna en el mainstream con éxito y posibilidades de extender su carrera más allá de nuestras fronteras con un producto universal, es decir, con el inconfundible estilo de Hollywood.
Jesus Benabat