Casquería Fina: “Kull, El Conquistador”. No sin mi hacha.
“Kull, el Conquistador”, protagonizada por el inefable Kevin Sorbo, es una ensalada deconstruída donde se combinan, estética y argumentalmente hablando, “Espartaco”, “Conan” y “Excalibur” –entre otras-, rehogadas con un suculento TetraBrick de “Don Simón”.
La película, descerebradamente ensamblada, narra las aventuras de Kull, antaño esclavo y pirata, hoy monarca por avatares del destino -y por indicaciones de un guión sonrojante-.
Al parecer, en su más tierna génesis, la producción estaba planteada como la tercera de las entregas centradas en la figura de Conan. Tras el no de Schwarzenegger -por aquello de convertirse en Gobernator-, y la firma de Sorbo como sustituto para la función, se cambió la figura de Conan por la de Kull, personaje inédito -cinematográficamente hablando-, e igualmente procedente de la insigne factoría Robert E. Howard.
De épica tan predecible como grotesca, tan entrañable como penosa, la historia transita por la práctica totalidad de clichés propios del género –en clásico formato serie B televisiva-. Normal, por otro lado, si chequeamos el cast elegido para otorgar vida a sus caricaturescos personajes.
El citado Sorbo, en el rol de Kull, el Conquistador, ergo el prota, pone toda la carne –léase biceps- en el asador, para hacer de ésta una de sus más celebradas creaciones artísticas. Cuidado, lo dicho no es moco de pavo, recuerden que estamos hablando de quien dio mitológica vida a Hércules, en una de sus más casposas recreaciones fílmicas («The Legendary Journeys»).
La actriz hawaina Tia Carrere se encarga, por su parte, de interpretar a la resucitada y pérfida hechicera Akivasha -cuota femenina del mal en el film-. Carrere, que tradicionalmente se ha ganado el pan como exótica secundaria, cosechó una efímera y provechosa celebridad televisiva con la serie “Cazatesoros”, emitida años atrás por Telecinco. La cadena amiga. De la roña y la carroña, principalmente.
Como fiel aliado, Kull cuenta con un misterioso sacerdote –cuyo diseño capilar hará las delicias de la chavalada nini-, y de su media naranja, Zareta, bellísima adivina interpretada por Karina Lombard. Aquellos individuos con más meritoria e inútil memoria, recordarán a esta actriz por su pequeño papel en «La Tapadera», o como la niña india de «Leyendas de Pasión» -filme, por otra parte, con un Anthony Hopkins absolutamente desabrido-.
La guinda en el pastel, que invariablemente echo en falta, hubiera sido la utópica presencia de Javier Gurruchaga entre el elenco. Y es que el rol de eunuco real de la corte, estaba concebido a su oronda medida. Con él, por añadidura, la cinta habría contado con los preceptivos enanos, tan propicios y resultones en todo relato de inspiración épico-medieval que se precie; y que en «Kull, El Conquistador», brillan por su ausencia.
La producción corre a cargo de Raffaela de Laurentiis, hija y sucesora de Dino de Laurentiis –desde entonces, hecho un monumental ovillo en su sepulcro-. En lo que respecta a la confección de los efectos visuales y especiales de la cinta, desconozco quienes operaron como responsables. Posiblemente ellos mismos optaron u optarían, visto el resultado, por el más estricto y confidencial anonimato. O por el preceptivo y sanguinolento hara-kiri. Ahora bien, no me culpen si los aúpo a la categoría de reyes del humor. Ya saben, apenas un escalón por debajo de la octogenaria restauradora del “Ecce Homo de Borja”, y sentados a la derecha de Mari Carmen y sus muñecos.
Kull, versión moderna y soez de Conan, en la que el hard rock descafeinado -sustituyendo laudes por guitarras con forma de rayo-, ejerce de delirante música de corte. Casquería fina calidad beluga.
Alberto G. Sánchez – pelucabrasi – @pelucabrassi
Aunque no he tenido la oportunidad de visionar aún esta maravilla del séptimo arte, me gustaría apuntar que en comparación con su hija el señor Laurentiis no se quedaba corto. Él también puede presumir de haber orquestado aquella «joya» del cine-cómic llamada «Flash Gordon» y que casi acaba con la carrera de Max Von Sydow (título que, de paso, me atrevo a proponer como próxima entrega de esta sección). Después de eso, no creo que al bueno de Dino le quedara orgullo suficiente como para rasgarse las vestiduras ante semejante obra maestra…
Un saludo.
Más razón que un santo, peli absolutamente demencial -candidata firme a formar parte de la sección-.
Por cierto, encantado con que se realicen sugerencias -soy un insaciable depredador de estiércol fílmico-.
Un enorme abrazo compañero.