Casquería Fina: “Evasión o Victoria”, el fútbol es asín.
El ser humano es muy amigo de quedarse en la anécdota -obviando, en ocasiones, la mucho más golosa historia en la que se integra-. Así, si les hablo de George Best, seguro que les viene a la cabeza su afición al bebercio y no su condición de genio del fútbol. Así, si les hablo de Ortega Cano, seguro recuerdan sus deslices con el alcohol y no su maestría como torero y pensador. Así, si el citado es el gran John Huston, el componente meramente anecdótico podría saltar a la palestra, de igual manera, con su olímpica capacidad para hidratarse.
El caso es que la película que a continuación me dispongo a repasar, pudiera haber sido rodada en mitad de una de esas escalofriantes melopeas -o en su consiguiente resaca adjunta-. Huston, con una copiosa nómina de títulos antológicos, firma en 1981 “Evasión o victoria”, sin duda, una de las más nefastas cintas sobre el universo fútbol jamás realizadas. Lo que ya es un osado decir. Recuerden “El sueño de Jimmy Grimble”, “Quiero ser como Beckham”, “Goool”, “Jaimito delantero centro” u “Oliver y Benji”, serie donde los futbolistas, con una afición y capacidad inusitada para el monólogo interior, lo mismo desgarran redes a base de cañonazos que ejecutan piruetas a lo Gemma Mengual (mito erótico patrio, si me dejan intervenir).
Basándose en una escalofriante historia real –subgénero que subsiste más allá del cancerígeno telefilme Antena3-, “Evasión o Victoria” nos habla de la épica rebelión de un grupo de futbolistas –ucranianos en la realidad, de diversa procedencia en la irritante ficción fílmica- frente al impenitente horror nazi. Los hechos, recogidos en el libro “El Partido de la Muerte”, presentaban desde su génesis un potencial cinematográfico indudable a disposición de quien se aventurara en su rodaje.
John Huston será quien se lleve, en los albores de la década de los 80, el preciado gato al agua. Para ello, se modifica en buena medida la leyenda original, tramando una historia de corte puramente hollywoodiano -con evidentes reminiscencias a la mítica «The Great Escape» de Sturges-.
Para su rodaje en tierras húngaras, se movilizó a un prometedor grupo de insignes ex-jugadores, futbolistas profesionales e intérpretes de diverso pelaje. Como resultado, sin embargo, «Evasión o Victoria» comienza a chirriar desde su inicio. Todo falla, nada cuela. Constituyendo, de hecho su variopinto cast, uno de los elementos más escamantes del film. Corrijo. Su más escamante elemento.
Michael Caine ejerce de ejemplar líder de la manada, tarea para la que luce flotador abdominal indisimulable -muy del gusto del futbolista de la época, todo sea dicho-. Mientras que Edson Arantes Do Nascimento, “O mítico Rey Pelé”, al que nadie le discute su lugar en la historia del balompié ni su potencial para levantar el ánimo, evidencia en todas y cada una de sus intervenciones, el nulo conocimiento presentado por aquellos que planificaban las escenas puramente futbolísticas.
Pero será un Sly ya post “Rocky” y aún pre sobredosis de botox, aquel que nos regale la actuación más lamentable de cuantas figuren en «Evasión o Victoria». Ésta, que alcanza también su clamoroso clímax en el susodicho partido final, incluye -y al parecer por expresa petición propia-, la típica escena en la que nuestro ídolo se apropia injustificablemente de la vitola de héroe.
Un ángel bajo palos de rictus lobotómico -épica marsellesa mediante-. Purita casquería fina señores. Purita casquería fina.
Alberto G. Sánchez – pelucabrasi – @pelucabrassi