Elefante Blanco (2012)
Nota: 7,5
Dirección: Pablo Trapero
Guión: Pablo Trapero
Reparto: Ricardo Darín, Jérémie Renier, Martina Gusmán
Fotografía: Guillermo Nieto
Duración: 106 Min.
Muchos de los que hayan leído la sinopsis de «Elefante Blanco», se habrán preguntado cómo Pablo Trapero ha conseguido financiación para una película con semejante argumento: unos sacerdotes católicos luchan por construir unas viviendas para los más desfavorecidos en una zona marginal de Buenos Aires. Y la verdad es que no ha debido ser fácil, a tenor de la infinidad de nombres de organismos y productoras que desfilan en la gran pantalla justo antes de los títulos de crédito iniciales. Supongo que el cineasta argentino ha debido ser un factor determinante a la hora de poner a tanta gente de acuerdo; igual que la temática escogida habrá sido responsable de que nadie haya querido invertir grandes cantidades de dinero.
Y es que hay directores que saben como removerte las entrañas; que pegan donde más duele; que logran transmitir emociones con una intensidad casi equiparable a la de la propia realidad; Pablo Trapero es uno de ellos. Si ya nos conmovió hace un par de años con la magnífica «Carancho», donde un majestuoso Ricardo Darín se buscaba la vida en los bajos fondos argentinos a costa de las compañías aseguradoras, ahora vuelve a hacerlo hurgando en heridas que llevan atormentando al ser humano desde el principio de los tiempos : la pérdida de la fe y los remordimientos de conciencia.
Pablo Trapero redunda en la temática social tan habitual en su cine; pero al contrario que cineastas como Ken Loach en el Reino Unido o los Hermanos Dardenne en Bélgica, el cineasta argentino recurre al thriller para dotar de una mayor intensidad y atractivo a sus historias. «Elefante Blanco» demuestra que la fórmula sigue dando buenos resultados y atrapando al espectador con suma facilidad.
Desgraciadamente, no todo funciona a pleno rendimiento en «Elefante Blanco»; la última película del director de «El Bonaerense» intenta abrir demasiados frentes sin llegar a rematar todos con la misma solvencia; mientras que los conflictos interiores de los protagonistas quedan perfectamente analizados -tanto expresamente como a través de detalles en conversaciones y en el pasado de sus personajes-, las problemáticas sociales están resueltas de una manera menos satisfactoria, aunque sean igualmente impactantes cuando son retratadas en la gran pantalla; entre ellas, el narcotráfico, la drogadicción, la nefasta gestión económica y social del Estado, y la distancia con que las altas instancias eclesiásticas observan los problemas de a pie de calle.
Trapero reclama un puesto de honor entre los grandes cineastas de la actualidad; no solo hace gala de un gran dominio del ritmo narrativo, cuyos tempos maneja con insultante facilidad y desparpajo, sino que es capaz de planificar secuencias de una complejidad abrumadora, ejecutándolas con sorprendente naturalidad; como máximo exponente de lo comentado, podemos citar el larguísimo plano secuencia en el que Julián (Ricardo Darín) pone al día a Nicolás (Jérémie Renier) sobre las labores que están llevando a cabo en la zona es realmente magistral, ya que contextualiza la acción y muestra al espectador el escalofriante entorno físico que rodea a los protagonistas.
Asimismo, realiza una exhibición en toda regla de su habilidad para la puesta en escena de secuencias de acción, caracterizadas por un nervio y una tensión impensables en un cineasta de sus características. Evidentemente, a todo ello contribuyen las interpretaciones de Ricardo Darín, un actor infalible que lo mismo interpreta a un timador que a un sacerdote sin perder un ápice de credibilidad, y Jérémie Renier, una auténtica revelación no por tratarse de un desconocido (es un habitual del cine de los Dardenne) sino por la melancolía, desesperación y pasión que desprende su trabajo en todo momento.
El director argentino plantea reflexiones fascinantes en sus dos protagonistas: Julián, víctima de un tumor cerebral prácticamente incurable, estudia la forma de beatificar al sacerdote católico Carlos Múgica (personaje real a quien está dedicado el film), a partir de testimonios de enfermos terminales que dicen haber sido curados por él; pero realmente no cree en su salvación y busca en Nicolás a la persona que continúe su admirable labor; ¿Qué tipo de fé tiene Julián?. Nicolás siempre ha tenido fe, pero nunca ha llegado a aceptar su compromiso definitivo y exclusivo con Dios; cree en su labor como sacerdote y en aquello por lo que está luchando, pero tiene dudas y esta desolado después de haber presenciado una matanza en el Amazonas y no haber hecho nada para evitarlo; ¿Que tipo de fé tiene Nicolás?
Pablo Trapero intenta mostrar en «Elefante Blanco» las infinitas caras que puede tener la fé, sin responder necesariamente al patrón religioso; tal y como cantan «Los Intoxicados» en la canción que abre y concluye el film al ritmo de unas guitarras ásperas y una voz rasgada e incrementando más si cabe la potencia de las imágenes que acompañan, «lo que más me gustan son las cosas que no se tocan»: el rock, la fe, el amor, la esperanza, el sabor de boca que deja el visionado de una buena película…
Carlos Fernández Castro
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