The Artist, Sueños de Celuloide
Hacer una película en blanco y negro en 2011 es una osadía. Si además es cine mudo, es una locura… o una genialidad. Y «The Artist», es lo segundo. Es un bellísimo homenaje al cine, no sólo al clásico. Ver «The Artist» te permite recordar las películas de slapstick, los musicales, las comedias, el drama… Pero sobre todo, «The Artist» es cine.
Hazanavicius ha conseguido hacer un perfecto homenaje a ese arte que nació hace más de cien años, pero que sigue siendo capaz de emocionarnos. Muchas películas han hablado sobre el mundo del cine, sobre Hollywood, ese mundo que nos fascina, nos ciega con el brillo de su lujo, nos intrigan sus entresijos, ese mundo en el que cualquier amante del cine desearía vivir. Algunas películas nos han acercado ese mundo a la cercanía de la pantalla de cine, donde hemos pensado que si estirábamos la mano desde la butaca podríamos tocarlo, mancharnos con un poco de polvo de estrellas las puntas de los dedos. Y Hazanavicius lo sabe. Por eso, «The Artist» está enmarcado en ese mundo traicionero pero tan seductor que es el mundo del cine, los bungalows de los actores principales, los estudios de rodaje. Y además, tiene un poco de esas películas que nos enamoraron, sobre todo, de la genial “Cantando bajo la lluvia” y “El crepúsculo de los dioses”. De la primera, toma prestada la época, esa transición del mudo al sonoro que tan cruel fue para algunos… y tan dulce para otros, además de momentos de auténtica euforia que tienen lugar a lo largo de la película, de esos bailes que tan bien coreografiaban Gene Kelly y Stanley Donen. De la segunda, un protagonista que tiene algo en común con esa Norma Desmond que Billy Wilder nos dejó para eternidad como el ejemplo más perfecto de la decadencia del cine, un George Valentin que también siente que su estrella sigue brillando, pero que son las películas las que se han empequeñecido, aunque todo lo que le rodea se empeña en demostrarle lo contrario, mientras sueña con una gran película que reviva su luz. Y además, George Valentin también tiene un chófer, que en ocasiones es su ángel de la guarda, como el estupendo von Stroheim de “El crepúsculo de los dioses”, todo un guiño.
Uno de los retos a los que se enfrentó Hazanavicius fue el volver atrás a un modo de cine que ya no se estudia, que ni siquiera se estila. Con un sólido guión, pero sin un solo diálogo, la narrativa visual se convierte en la única arma de la que dispone el director para que historia, no sólo se transmita con claridad, sino que se pueda narrar en su aspecto más básico. Y Hazanavicius gana en este caso la batalla a la adversidad, guiado siempre por los maestros, por Murnau, por Griffith, por el propio Hitchcock (quizás el que mejor uso hizo de la narrativa visual a pesar de contar con el sonido en la mayoría de sus películas). Y al salir del cine olvidamos que no hemos escuchado ni un sólo diálogo, e incluso podríamos jurar que sí los hemos oído, porque, aunque carezca de ellos, la narrativa es perfecta.
Y no nos podemos dejar en el tintero la gran actuación de Jean Dujardin, un perfecto Rodolfo Valentino no sólo en las escenas de los rodajes, sino en las escenas cotidianas de Valentin, cuando es necesaria una mayor contención, pero una expresividad máxima. Una actuación difícil para un actor moderno.
«The Artist» es una película para ver en un cine con proyector, lejos de la frialdad de las salas digitales, porque quizás al dirigirnos a la salida, podamos echar un vistazo a la cabina de proyección, y recordar de nuevo el camino que hemos recorrido hasta llegar ahí, un camino que en sus lindes tiene a Stanley Donen, a Billy Wilder, a Hitchcock, a Lubitsch, que durante el tiempo que dura «The Artist» vuelven a estar vivos, en una pantalla, en la sala de proyección… porque eso es la magia del cine.
Clara Ochoa (@Claritaochoa en Twitter)
Dirección: Michel Hazanavicius
Guión: Michel Hazanavicius
Reparto: Jean Dujardin, Bérénice Bejo, James Cromwell, Penelope Ann Miller
Fotografía: Guillaume Schiffman
Montaje: Anne-Sophie Bion, Michel Hazanavicius
Música: Ludovic Bource
Esta no es una película, es un homenaje al Cine y a los que amamos el cine.
Es una pieza maestra. Cuando la vi en el cine no se oía una mosca.. estábamos todos embelesados..
Por este tipo de películas empezó y seguirá funcionando el CINE con mayúsculas…