Somewhere (2010)
Nota: 8
Dirección: Sofia Coppola
Guión: Sofia Coppola
Reparto: Stephen Dorff, Elle Fanning, Chris Pontius
Fotografía: Harris Savides
EN POCAS PALABRAS (para los impacientes)
A pesar de la controvertida «Maria Antonieta», la carrera de Sofia Coppola había gozado siempre de una buena acogida por parte del público; pero parece que últimamente el hechizo ha perdido parte de su efecto. Con su cuarta película, la hija de Francis ha empezado a coquetear con el cine de autor, circunstancia que sus anteriores valedores no han acabado de ver con buenos ojos. Al igual que ocurriera en «Lost in Translation», Sofia Coppola nos habla de un tema que probablemente conoce muy bien: la soledad de una estrella de Hollywood, o al menos, la de Johnny Marco, protagonista de «Somewhere». Sin duda alguna, el mensaje se entiende con la nitidez y contundencia que su directora desea, pero a veces los medios utilizados para ello evidencian una excesiva voluntad autoral.
SI QUIEREN PROFUNDIZAR…
Argumento: Johnny Marco (Stephen Dorff) es un estrella de Hollywood que acaba de terminar su última película; está divorciado y tiene una hija de la que se ocupa en muy contadas ocasiones. Para matar el tiempo libre, contrata a streapers para que bailen en su habitación, conduce su Ferrari por carreteras interminables y se acuesta con las numerosas y fáciles conquistas que va realizando allá por donde va. Un día, su ex-mujer le pide que se ocupe de Cleo (Elle Fanning), su hija, hasta que llegue la fecha en que comienza su campamento de verano.
La intención de «Somewhere» no es contar una historia mediante un planteamiento, nudo y desenlace; lo que esta cinta pretende representar es un estado de ánimo, relatar un momento en la vida de su protagonista, en el que su percepción de la realidad cambia para siempre. Y esto Coppola logra transmitirlo a través de largos planos en los que la interpretación de Stephen Dorff es determinante; el actor americano inesperadamente da la talla y consigue hacernos creer su interpretación de estrella de Hollywood con una vida privada vacía y desprovista de motivaciones, algo que probablemente es muy común en el star system.
Secuencias como aquella en la que Johnny Marco está conduciendo su Ferrari dando vueltas sin rumbo alguno, o en la que unas streapers bailan frente a su cama mientras el observa sin mucho interés, resultan de los más patéticas; a pesar del excesivo tiempo que su directora emplea en ellas y del perjuicio que ello pueda suponer para el ritmo del film, son de una importancia capital para explicarnos quién es nuestro protagonista.
Sofia Coppola emplea la misma técnica para reflejar las consecuencias de la forzosa e inesperada relación entre padre e hija. Una vez que Cleo irrumpe de nuevo en su vida, las cosas cambian; algo se activa en la cabeza de nuestro protagonista y le despierta de su letargo. De repente, tiene la opción de dejar de mirarse al ombligo y preocuparse por alguien más que por él mismo. El guión de la directora de «Las Vírgenes Suicidas» no es excesivamente complejo, pero sí sabe delimitar con exactitud la personalidad de su protagonista y prepara a través de palabras lo que va a rematar con la cámara.
La construcción del personaje de Johnny Marco es fundamental, ya que no estamos ante alguien desagradable y sumamente egoísta por voluntad propia, sino ante una persona que se ha dejado arrastrar por la inercia de la fama. Porque, seamos sinceros, ¿cómo obraríamos si tuviéramos todo a nuestro alcance sin tener que realizar el más mínimo esfuerzo? No sería fácil rechazar una oferta tan aparentemente apetitosa, pensando que no caeríamos en la espiral en la que se encuentra Johnny.
Sofia Coppola muestra su humanidad y ofrece a su protagonista una tabla de salvación. Las imágenes en que podemos observar como Johnny y Cleo comparten un helado mientras ven la televisión tumbados en la cama, o aquellas en las que están tomando el sol sentados en una hamaca junto a la piscina, hablan por si solas y demuestran la sensibilidad de la directora americana a la hora de reflejar las relaciones humanas.
Aún tratándose de una película de 97 minutos, resulta un tanto larga y repetitiva. En ocasiones, la directora subraya de manera insistente determinadas situaciones que ya habían quedado suficientemente claras en secuencias anteriores, demostrando cierta desconfianza en el alcance de su mensaje. Aún así, «Somewhere» afianza a Sofia Coppola como una de las grandes cineastas de su generación y recompensa al espectador interesado en la naturaleza del ser humano, y al paciente, ya que si no entiendes el plano que abre la película, el final te resultará de lo más gratificante.
Carlos Fernández Castro