El Hombre de al Lado (2009)
Nota: 8
Dirección: Mariano Cohn, Gastón Duprat
Guión: Mariano Cohn, Gastón Duprat
Reparto: Rafael Spregelburd, Daniel Aráoz, Eugenia Alonso, Enrique Gagliesi
Fotografía: Mariano Cohn, Gastón Duprat
EN POCAS PALABRAS (para los impacientes)
Hay películas que dejan una extraña sensación de haberte conquistado poco a poco, que cuentan una historia con pies de plomo, asegurándose que provocan en el espectador la predisposición necesaria para ir un paso más allá con cada secuencia. «El Hombre de al Lado» es ese tipo de película, sólida y bien estructurada, que cuando finaliza, transmite la sensación de haber cerrado el círculo que abrieron sus primeros minutos de metraje. En mi opinión, estamos ante una de las obras más logradas del año y una seria candidata a triunfar gracias al boca a boca.
SI QUIEREN PROFUNDIZAR…
Argumento: Leonardo (Rafael Spregelburd) es un diseñador de éxito al que todo parece irle bien. Esta casado, tiene una hija y vive en una casa exclusiva, que fue construida por el famoso arquitecto Le Corbusier. Victor (Daniel Aráoz), ante la falta de luz natural en su vivienda, ha comenzado a derribar parte de un muro de su vivienda para construir una ventana. Cuando Leonardo descubre que es un ventana con vistas a su casa, se enfurece e intenta localizar a su vecino para que rectifique y cierra el agujero. Victor es una persona aparentemente afable y extrovertida, pero no será fácil convencerle.
Una vez más, el cine argentino nos regala una película que parte de un conflicto aparentemente poco cinematográfico: la construcción de una ventana que separa dos casas no es el conflicto más excitante y peligroso que podemos imaginar, pero en las manos de Mariano Cohn y Gastón Duprat se transforma en una bomba de relojería. Los dos directores argentinos no necesitan recurrir a la violencia ni a secuencias altisonantes; simplemente utilizan una situación desagradable, cuya prolongación en el tiempo provoca ansiedad y nerviosismo.
Cualquier espectador que tenga sangre en las venas se sentirá identificado con Leonardo; respetado en su profesión y poco acostumbrado a ser ignorado, se siente impotente al no ser capaz de manejar algo tan aparentemente sencillo. Cada conversación con Victor acrecenta esa sensación, que se ve intensificada aún más por la presión que ejerce su mujer al no ver resultados en sus negociaciones. Es curioso como a medida que avance el metraje, los directores consiguen que el posicionamiento del espectador recorra el camino inverso al tomado desde un principio; inexplicablemente nos sentimos atraídos hacia la personalidad de Victor, lo cual demuestra la destreza de Chon y Duprat, así como la confianza ciega que los mismos tienen en su película.
Los directores manejan perfectamente cada una de las fases por las que transita la película. El éxito de la misma reside en un guión muy bien estructurado y una dirección basada en planos largos y fijos, conocedora del inmenso talento de sus dos protagonistas. La historia esta narrada desde el punto de vista de Leonardo. Cohn y Duprat nos muestran todas las alegrías y miserias del diseñador, nos enseñan sus deficientes relaciones familiares, ocultas por una fina capa de hipocresía; de este modo, logran transmitir la angustia que siente al verse amenazado por una persona como Victor.
El trabajo de Daniel Aráoz es deslumbrante; es la piedra angular que eleva «El Hombre de al Lado» a una categoría superior. Conocemos a Víctor únicamente a través de las conversaciones que mantiene con Leonardo, pero es suficiente para que el actor argentino genere lo que el guión demanda. Sus intervenciones provocan desconfianza, recelo y una sensación de no poder hacer nada para hacerle cambiar de opinión; aunque su comportamiento es siempre correcto y educado, logra intimidar a Leonardo de una manera brutal, y al espectador también.
«El Hombre de al Lado» es una brillante película de personajes, que invita a la reflexión a partir de situaciones que todos identificamos como familiares, razón por la cual es difícil escapar a su propuesta. Después de un primer cuarto de hora poco atractivo, pero necesario para construir unos cimientos inquebrantables, la película recompensa con creces al espectador hasta su sorpresa final.
Carlos Fernández Castro