Pequeñas Mentiras sin Importancia (Les Petits Mouchoirs) (2010)
NOTA: 6,5
Dirección: Guillaume Canet
Guión: Guillaume Caner
Reparto: Maion Cotilliard, François Cluzet, Benoît Magimel, Jean Dujardin
Fotografía: Christophe Offenstein
En pocas palabras (para los impacientes)
Los amigos: esos grandes desconocidos. Esta apreciación queda patente en el tercer largometraje de Guillaume Canet. Las complicadas relaciones del ser humano, la frustración, la soledad compartida y el jardín secreto del que somos dueños, interpretan los papeles protagonistas en esta película, con la Riviera francesa como telón de fondo. Difíciles temas a tratar, estarán pensando; pues sí. El director francés camina sobre arenas movedizas en excesivas ocasiones, dejando la elegancia de la imaginación a un lado. ¿Acaso el hecho de no ver algo significa que no está sucediendo? Eso debió parecerle, teniendo en cuenta las casi tres horas de duración, principal handicap de esta comedia.
Si quieren profundizar…
Argumento: Un grupo de amigos entre la treintena y la cuarentena se reúne todos los años para ir de vacaciones. Este ritual se ve amenazado por el accidente de uno de ellos. Puesto que llevan mucho tiempo sin verse, debido a los diferentes caminos que ha seguido cada uno, y que no pueden estar todo el tiempo en el hospital al lado del accidentado pues tiene las visitas restringidas, deciden irse a la playa y seguir con su plan estival. Problemas externos e internos provocan que salgan a la superficie todas aquellas cosas que nunca se dijeron los unos a los otros y que nunca admitieron de ellos mismos.
La línea argumental me parece más que interesante. El planteamiento de que a medida que nos hacemos mayores, el pasado pesa cada vez más, me fascina. En este caso, el peso que los personajes cargan a cuestas consiste en falsedades, hipocresías, sentimientos, defectos, virtudes e infidelidades que peligrosamente se mezclan con situaciones incómodas y un humor picante. Un humor tan bizarro que Canet consigue que rías en los momentos más patéticos cuando, si lo estuvieras viviendo en tus propias carnes, no harías más que llorar. Un argumento con mucho potencial, que acaba apagándose como una vela; sobre todo con ese final tan previsible. Al final, obtienes una visión demasiado superficial sobre la vida de estos personajes, sin llegar a profundizar en ninguna cuestión; lo peor de todo es que se intuye que el director quiere hacerlo. Ya se sabe que el que mucho abarca…
Posiblemente, los puntos más valiosos de la película lo aportan la genial (y poco arriesgada) banda sonora, que logra multiplicar la carga emocional de sus planos, y ELLOS: ese grupo de amigos tan natural, real e imperfecto. ¡Gracias Guillaume por no mostrar al “original” grupo de amigos guapísimos, súper sanos, sensibleros, educados, con los dientes reblancos y la piel bronceada que estamos acostumbrados a ver! Gracias por mostrar a gente atormentada que fuma, bebe, se enfada y dice palabrotas.
En fin, con sus más y sus menos, estamos ante una comedia/drama mordaz, carente de la distinción a la que estamos habituados en el cine francés, que da demasiadas vueltas sin profundizar y cuya duración es a todas luces excesiva. Si disponen de tiempo y quieren reír, llorar, oler y sentir el verano en la pantalla y son fans de Marion Cotillard (yo lo soy), tienen muchas papeletas para que les guste… Si no, como fue el caso de mi acompañante, pasarán 3 horas revolviéndose incómodamente en la butaca.
Mar Molero Galan