Reservoir Dogs (1992)
Nota: 9
Dirección: Quentin Tarantino
Guión: Quentin Tarantino
Reparto: Harvey Keitel, Steve Buscemi, Tim Roth, Michael Madsen, Chris Penn, Quentin Tarantino, Lawrence Tierney
Fotografía: Andrzej Sekula
EN BREVES PALABRAS (para los impacientes)
A pesar del enorme talento que demuestra con cada obra que realiza, muchos siguen negando el reconocimiento debido a Quentin Tarantino. Su cine gusta o provoca rechazo, pero lo que es indudable es que el director de «Jackie Brown» tiene personalidad y ha creado un estilo propio. Hacía tiempo que no veía «Reservoir Dogs», una película que siempre me fascinó, y su nuevo visionado, enfocado a la confección de este análisis, me ha llevado a descubrir nuevos detalles que, junto al resto de sus virtudes, convierten este debut en uno de mis favoritos de la Historia del Cine. El estudio psicológico de los personajes, cómo interaccionan entre si, la presentación de los mismos, la planificación de las secuencias, la utilización de la música, el intenso ritmo narrativo y la dirección de actores sitúan esta cinta en un lugar privilegiado del mejor cine de los 90.
SI QUIEREN PROFUNDIZAR…
El argumento es el siguiente: El Gran Joe (Lawrence Tierney) y su hijo Eddie (Chris Penn), Jefes de una red de crimen organizado, acaban de reclutar 5 pistoleros para dar un gran golpe. Ninguno de ellos se conoce entre si, pero todos conocen a los jefes. Se hacen llamar por seudónimos para evitar tentaciones de chivatazos en caso de ser detenidos. Llega el esperado día y el atraco es un desastre; la policía estaba al tanto y les había preparado una trampa. Aun así, algunos de ellos, Mr Blonde (Michael Madsen), Mr White (Harvey Keitel), Mr Pink (Steve Buscemi) y Mr Orange (Tim Roth)) consiguen escapar y llegar, unos antes que otros, al punto de encuentro acordado antes de realizar el trabajo. Sólo saben algo con certeza: hay un soplón y nadie sabe quien es. La tensión entre todos ellos es brutal mientras esperan la llegada de los jefes.
No hay que ser un estudioso del Séptimo Arte para afirmar que el fuerte de «Reservoir Dogs» no es su argumento, ya que resulta bastante familiar. La estructura narrativa, repleta de continuos flashbacks (para explicar lo sucedido o profundizar en el pasado de los personajes), tampoco es novedosa si tenemos en cuenta que Godard y compañía ya habían jugueteado con casi todas las variables posibles a principios de los 60. Entonces, ¿qué hace tan especial a esta película?
Hay algo que Tarantino hace casi mejor que nadie y es la escritura de diálogos, aunque todavía existe algún despistado que parece desconocer la importancia capital de los mismos tanto a nivel narrativo como en la construcción de personajes. Estoy cansado de escuchar, recurrentemente, lo soez, ordinaria e irrelevante que muchas personas consideran la conversación de la primera secuencia de la película; en ella, los protagonistas hablan sobre las posibles interpretaciones que se pueden realizar de la canción «Like a Virgin» de Madonna mientras desayunan; de acuerdo, el léxico utilizado no hace justicia a la lengua de Shakespeare, pero es absolutamente adecuado y creíble, atendiendo al perfil de las personas sentadas a la mesa: matones y atracadores. Pero lo verdaderamente importante es que gracias a esta conversación se delimita brillantemente la personalidad de los personajes principales en cinco minutos, algo que otros directores no logran en hora y media de metraje. Además, los diálogos son frescos, rápidos, ingeniosos e irreverentes; llevan el sello inconfundible de Tarantino.
Después de esta primera secuencia, irrumpen los títulos de crédito iniciales, acompañados por imágenes de nuestros reservoir dogs caminando por la calle, probablemente dirigiéndose al lugar donde tienen todo lo que necesitan para dar el golpe. Son imágenes importantes, ya que muestran su determinación, su actitud y su atuendo (todos con traje negro, camisa blanca y corbata negra), con el claro propósito de mostrarlos como auténticos iconos del crimen organizado y dotarles del carisma necesario para no provocar rechazo en el espectador. Parece que lo logro, ya que, a día de hoy, son personajes ya míticos.
Acto seguido, Tarantino se centra en sus personajes clave (Mr White, Mr Orange, Mr Blonde, Joe y Eddie) presentando la situación en un almacén vacío después del fallido atraco y a través de sucesivos flashbacks que profundizan en el carácter de cada uno de ellos y en la relación de los esbirros con los jefes. Curiosamente hace una excepción con Mr. Pink (Steve Buscemi), el más profesional y desconfiado de todos; es el que aporta las mayores dosis de comicidad a lo largo del film con su curioso comportamiento y sus teorías, las cuales irritan a casi todos. De los flashbacks, el referente a Mr. Orange (Tim Roth) es el que mas llama la atención. Rodado de una manera muy original, mezclando realidad y ficción como si se tratara de una estructura narrativa lineal (es el caso de la anécdota que se aprende para convencer a Joe de su contratación), consigue no confundir al espectador en ningún momento y mantiene un ritmo implacable.
Una vez más, el bueno de Quentin demuestra ser un gran conocedor de la mente humana a través de los diálogos que escribe para hacer interactuar a sus personajes. Conocemos perfectamente como son cada uno de ellos, que grado de confianza tienen con sus jefes y que escalafón ocupan con respecto al resto de compañeros. Es decir, Mr. White tiene un carácter fuerte, es duro y sensible a la vez, aunque no permite que nadie le pisotee; mantiene una relación casi de igual a igual con Joe (como demuestra el asunto de la agenda durante el desayuno inicial). Mr. Blonde es un psicópata en toda regla; es provocador, violento, sádico y disfruta con el enfrentamiento; es de ese tipo de personas aparentemente pasotas y tranquilas, pero que dejan entrever, voluntariamente, un fondo que te hace desconfiar de ellas por completo; su relación con Eddie y Joe es casi familiar y por eso les respeta. Mr. Orange es un tipo con coraje y arrojo; se encuentra en una situación difícil pero tiene lo que hace falta para resistirla; a pesar de creer en su misión y tenerla clara, siente un ligero síndrome de Estocolmo hacia su «cuidador», Mr. White; ha engañado a Joe y le ha convencido de que puede contar con él. Mr. Pink es un tipo que antepone la profesionalidad a cualquier cosa, ya que, según su experiencia, el riguroso cumplimiento del abc de su profesión le mantendrá vivo; es desconfiado y listo; respeta a Joe y procura no contradecirle, a pesar de no estar de acuerdo con él en algunas ocasiones; su relación es meramente profesional.
Tarantino no se limita a la dirección; elige a sus actores y sabe extraer de ellos lo necesario para dar vida a los personajes previamente gestados en su cabeza. El reparto en su totalidad realiza un trabajo portentoso: Harvey Keitel, Tim Roth… pero destaca por encima de todos Steve Buscemi, un actor que habitualmente llama poco la atención, pero que atesora un inmenso talento.
A parte de los diálogos mencionados anteriormente, se ha criticado hasta la saciedad la excesiva violencia en películas como «Pulp Fiction», «Kill Bill» o «Reservoir Dogs», acusando al cineasta americano de hacer apología de la misma. Como él dice habitualmente, la violencia en su cine es una mera cuestión de estética y así hay que entenderla. Probablemente el problema reside en cómo se quiera interpretar y no en la intencionalidad. Y ¿para qué vamos a negarlo? Tarantino sabe dirigir secuencias con violencia como pocos cineastas en la actualidad, dotándolas de un nervio y un dinamismo especial y creando planos que impactan y perduran en la memoria. Después de ver esta película ¿alguien podrá olvidar el show de Mr Blonde al ritmo de «Stuck in the Middle with You»?.
Cuando se estrenó «Reservoir Dogs», el mundo del cine se tambaleó. Aquellos que tuvieron la oportunidad de verla en su momento sabían que estaban frente a uno de los grandes talentos que daría el Séptimo Arte en las próximas décadas. No se confundían; «Pulp Fiction», «Jackie Brown», «Kill Bill» y «Malditos Bastardos» lo demuestran. Como ópera prima, «Reservoir Dogs» respira autenticidad, se visiona sin esfuerzo e involucra al espectador desde su primer fotograma.
Carlos Fernández Castro