Nightcrawler (2014)
Nota: 8
Dirección: Dan Gilroy
Guión: Dan Gilroy
Reparto: Jake Gyllenhaal, Rene Russo, Bill Paxton, Riz Ahmed, Kevin Rahm, Anne Cusack, Eric Lange
Fotografía: Robert Elswit
Duración: 113 Min.
En ocasiones, cargamos las tintas contra los periódicos, las emisoras de radio, o las cadenas de televisión por sesgar las noticias, privarnos de una información objetiva, o intentar manipular a la opinión pública en general. Pero pocas veces cuestionamos la responsabilidad del consumidor que propicia este tipo de periodismo. Personajes como el interpretado por Jake Gyllenhaal en “Nightcrawler” simplemente intentan abastecer a las cadenas de televisión con las imágenes que sus telespectadores demandan. Una vez más, la moralidad colisiona contra la legalidad.
¿Es necesario ver las imágenes de un atraco para saber que ha sucedido? ¿Es real todo aquello que nos cuentan los medios de comunicación y no vemos con nuestros propios ojos? Y es que a día de hoy, tan sólo podemos garantizar la existencia de lo que registra nuestra mirada, y lo demás es una cuestión de fe. Conscientes del morbo innato que caracteriza al ser humano moderno (quizás siempre ha sido así), los directores de los telediarios venden su alma al diablo por un poco de carnaza, es decir, imágenes sensacionalistas e impactantes que sacien el apetito del espectador más inconformista.
En su primera película como director, Dan Gilroy parece afirmar que vivimos en un momento de la historia en el que la palabra ha sido doblegada por su enemigo más fuerte. De nada sirve una noticia sin la preceptiva imagen que la ilustre (como muestra, el éxito o fracaso, en Facebook o Twitter, de un post que incorpore foto y otro compuesto únicamente de texto). Es más, las imágenes informativas empiezan a pasar desapercibidas en favor de las que ofrecen un acceso exclusivo al backstage (camerino) de la noticia, a esos pormenores que no tendríamos porqué conocer. En un momento de la película, Louis (Jake Gyllenhaal) acude al lugar en el que se ha producido un tiroteo. No contento con ofrecer las distantes imágenes de las víctimas informando a la policía, se cuela en su hogar, desnuda sus intimidades, y graba los acontecimientos desde el interior.
Una de las cuestiones que plantea la película es la siguiente: ¿hasta qué punto es ético adquirir estas tipo de imágenes para conseguir una mayor audiencia? El guión de Gilroy responde esta pregunta a través del personaje interpretado por una madura y muy convincente Rene Russo, directora del noticiario que compra todo el material de Louis. Las secuencias que ambos comparten son las que mejor expresan el mensaje de Gilroy, además de potenciar el lado oscuro y siniestro del argumento. Cada uno de ellos funciona como un espejo del otro, dejando al descubierto las miserias que ya se perciben en la superficie de sus personalidades: la desmedida ambición anula por completo cualquier atisbo de moralidad que Louis y Nina pudieran albergar en su interior; se admiran y se desprecian, se sienten atraídos y se provocan rechazo mutuamente.
Consciente de la química animal existente entre los dos, la película dosifica sus encuentros y esconde esos brillantes «fuera de campo» que pagaríamos por presenciar. En un alarde de coherencia narrativa, el director nos deniega el acceso a esa clase de material que sería propio de su protagonista, y que «Nightcrawler» denuncia vehementemente. Un toque de atención al espectador nunca viene mal. Como cabía esperar, el escritor de «El Legado de Bourne» o «The Fall: El Sueño de Alexandria» cuida el guión al máximo en su debut como realizador. Sin embargo, sorprende su labor en el apartado visual, demostrando talento en la composición de planos y una especial habilidad para cargar sus imágenes de fuerza. Tampoco falla a la hora de marcar el complicado ritmo que propone su libreto, alternando secuencias de acción y otros momentos en los que predomina el retrato psicológico de los personajes.
A lo largo de los 113 minutos de metraje, Dan Gilroy no sólo reflexiona sobre el tema central que sobrevuela «Nightcrawler», sino que también propone una segunda y fascinante lectura: la diferencia entre grabar unas imágenes con objetividad o hacerlo con la misma intención que un director de cine. En este ejercicio encubierto de metacine, Gilroy expone la repercusión de colocar la cámara en una posición o filmar un acontecimiento desde un determinado punto de vista. No está mal un dos por uno para semejante debut: lección de cine y de ética periodística para que al ver las noticias recordemos cuando cerrar los ojos. Y por si fuera poco, asistimos a la enésima confirmación del enorme talento de Jake Gyllenhaal, un actor que siempre busca la excelencia en la interpretación, independientemente de la percepción negativa que el público pueda llevarse de sus atípicos personajes.
Carlos Fernández Castro